Lakecia Benjamin. / Fotografía © Madrid Destino Jesús Hellín 3 |
Desde que el bebop nació como forma de protesta y nueva forma de expresividad del
jazz, la evolución de la música se aceleró porque esa especie de revolución de
los instrumentos, bien influyó directamente en otras músicas, bien produjo un
contagio de las periferias que hicieron saltar por los aires normas que
parecían eternas en la música. Y, desde aquel tiempo, no todo el mundo ha sido
capaz de entender el jazz. Si los códigos conocidos se diluyen la cosa se
complica para los que no quieren hacer esfuerzos y tienden a conformarse con lo
de siempre. El problema sigue vivo. Y, por esta razón, una música como la que
hace Lakecia Benjamin, siendo extraordinaria, no termina de ser atractiva para
un tipo de público. Media entrada como mucho.
Lakecia Benjamin es, en sí misma,
un espectáculo total. Carácter chispeante y agradable a partes iguales, actitud
arrolladora sobre el escenario que parece quedarse pequeño con tanto talento
encima. Reivindicativa respecto al papel de la mujer (en el jazz, desde luego
aunque, sin duda, en el resto de los ámbitos también), entregada al público
desde el primer compás, y, sobre todo, tocando el saxo, un instrumento que
pegado a sus larguísimos dedos parece haber llegado al mundo con ella. El
concierto de ayer en el ‘Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa’ fue
espectacular gracias a esta mujer y a los músicos que le acompañan. Porque Zaccal
Curtis al piano, Elias Bailey en el contrabajo, y el baterista E.J. Strickland,
dieron un recital de virtuosismo con sus instrumentos. Los tres son rapidísimos
haciendo música; y no solo me refiero a la velocidad de las manos sobre el
teclado, sobre las cuerdas o con las baquetas, que también, sino por una rapidez
de ideas que deja atónito al que escucha. Los solos del pianista fueron
descomunales y casi quirúrgicos; los solos del baterista exactos y de una
brillantez exquisita. El que quedó inédito en este sentido fue Bailey, un
contrabajista de enorme categoría; un músico que aguanta la base rítmica en
cada tema con una robustez brutal. Es de los que no fallan una nota. Por
supuesto, la compañía como bracero de E.J. Strickland es garantía de solvencia.
Lakecia Benjamin. / Fotografía © Madrid Destino Jesús Hellín 3 |
Lakecia Benjamin es tan rápida de
ideas como el resto de su banda; y tocando el saxo desborda todas las
expectativas posibles. Toca y suena John Coltrane, Y suena Ornette Coleman. Y
resuena en cada compás la música de Charlie Parker. Eso sí, suenan envueltos
por una personalidad arrolladora de una mujer que lleva muchos años ya trazando
un camino envidiable en el universo jazzístico mundial; un camino dibujado con
un fraseo original que busca, en todo momento, un desahogo creativo y una clara
eliminación de opacidad en la expresividad. Funk,
bebop, rock o hip hop, se funden con
el jazz más clásico para servir de amalgama en una música desbordante en su
intensidad y envolvente por su contundencia. A este nivel, no creo que se puedan
encontrar más de cuatro o cinco artistas. La descomunal exhibición que dio Lakecia
Benjamin sobre las tablas del Fernán Gómez fue brutal, explosiva y demoledora
con cualquier prejuicio que alguien tenga respecto al jazz moderno.
Lakecia Benjamin, junto al baterista,
puso la platea del revés interpretando ‘My Favorite things’ (Oscar Hammerstein
II y Richard Rodgers). Su capacidad pulmonar ya les digo yo que no es normal. Entusiasmaron
al personal ‘Trane’, ‘Mercy’ y ‘Moods’, temas compuestas por ella misma. Gustaron
muchísimo el resto. Personalmente, me pareció estupenda la versión de ‘Cissy
Strut’ (The Meters), aunque estuve del revés, entusiasmado y muy entretenido
como todo el mundo y en los mismos momentos.
Desde luego, la presencia de esta
mujer en el Festival Internacional de Jazz de Madrid es todo un lujo, y el lustre
que aporta al conjunto no es cosa menor. Fantástico concierto. Inexplicable que los
aficionados no acudieran a la llamada del buen jazz y la platea se quedara a
mitad de capacidad.
G. Ramírez