La canción preferida de... Gabriel Ramírez
Tardé mucho tiempo en poder ver el mar aunque pronto sentí nostalgia por no tenerlo cerca. Joan Manuel Serrat compuso ‘Mediterráneo’ en el exilio, yo crecí rodeado de campos inmensos de color amarillo, espejos en los que el sol se miraba coqueto y aburrido. Era imposible que dos rectas paralelas se cruzasen alguna vez, pero el deseo y la imaginación lo pueden todo, incluso lo imposible.
A principio de los años setenta,
escuché la canción porque mi hermano (mucho mayor que yo) nos acercaba a la
clandestinidad con libros, discos y panfletos que se llevaban en el bolsillo de
trasero de los vaqueros. Y en el mar que aún no conocía jugué por primera vez,
me enamoré para siempre, escribí mis peores poemas y pude esconder esa tristeza
que solo puede sentir el condenado a no sentir la brisa mediterránea en el
rostro.
El mar se convirtió
en mi obsesión y ‘Mediterráneo’ en un himno que me protegía de la soledad, del
fracaso y de la frustración. Nací en Toledo aunque desde allí pude oler y
mojarme con el agua salada del mar más bonito de la Tierra.
La canción de
Joan Manuel Serrat está escrita desde las tripas, desde el sentimiento que
arraiga en el centro de la existencia, podría acercarse a lo cursi por ello
aunque, sin embargo, se queda lejos y crece a salvo de la lágrima fácil, o de
la extravagancia del llanto, o de lo fácil que resulta lo bonito y superficial.
La canción de Serrat forma parte de la banda sonora de mi vida y se cuela en
los mejores momentos, en los peores también. La canción de Serrat es la canción
de mi vida porque la convirtió en sueños, en deseos, en ganas de escribir esas
cosas que nunca se dicen y solo se pueden pensar o plasmar en una hoja de papel
amarillo y con una estilográfica cargada de tinta verde.
G. Ramírez
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