Breve Historia del Jazz (IV): Louis Armstrong convierte el jazz en eterno
Imagen de LeRoy Neiman |
Louis Armstrong regresó a
Chicago, desde Nueva York, en 1925. Nadie era capaz de igualar el amplísimo
repertorio de recursos técnicos que era capaz de desarrollar al hacer música. Y
allí grabó una serie de sesiones inolvidables, tal vez las más aclamadas de la
historia del jazz, con los Five y Hot Seven.
En noviembre de 1925, los
técnicos de grabación del sello OKeh estaban en Chicago. Era un equipo que iba
y venía puesto que podían trasladar los aparatos. Aprovechando la ocasión,
Armstrong quiso grabar siendo el líder del grupo. Aunque más tarde grandes músicos
consiguieron grabaciones memorables, nunca se superaron las de Armstrong con
los Hot Five y los Hot Seven. Alguna de Parker puede estar a un nivel similar,
pero no por encima de estas.
Las frases musicales de Armstrong
se entrelazaron de forma primorosa, la lógica de su música era arrasadora. Los
breaks que otros eran incapaces de cerrar con soltura resultaban naturales,
casi obligados, cuando él tocaba. Por otra parte, el predominio de la corneta
de Armstrong es absoluto ya que las líneas melódicas parecen estar, siempre, un
escalón más arriba del conjunto.
Contaba el propio músico que
grabando Heebie Jeebies se le cayó al suelo la letra de la canción. No la sabía
de memoria y, mientras recogía el papel del suelo, improvisó unas sílabas que
trataban de imitar las líneas melódicas de un instrumento. Ya saben, eso a lo
que pronto nos acostumbró Armstrong. Cantar sin decir nada con sentido
lingüístico, pero lleno de coherencia musical. Esto se conoce como scat
singing. Y lo que contaba el genio lo ponemos en entredicho porque nadie ha
sido capaz de confirmar que esto fuera una casualidad. Ni siquiera su mujer,
Lil Hardin, que le acompañaba al piano en estas grabaciones.
Hay que fijar la atención en un
tema que se grabó en esa primera sesión del día 26. Oriental Strut es una
muestra de lo que podía llegar a conseguir Armstrong con su instrumento. En
otras bandas los estribillos no resultaban demasiado atractivos. Sin embargo,
cada una de sus notas convertían los stop-times en violentos arranques de
melodías coherentes y bellísimas.
Más tarde llegaron Baby Dodds y
Pete Briggs al grupo. Se convirtieron en los Hot Seven. La reminiscencia del
jazz tradicional de Nueva Orleans desaparecía casi por completo para que los
instrumentos solistas tomaran total protagonismo.
Armstrong cambió todo para que
todo fuera el jazz.
Durante años fue teniendo
contactos con los mejores intérpretes de América. Resultan inolvidables algunos
temas grabados con, por ejemplo, Earl Hines; en concreto Weather Bird es un
referente del cambio que significaba esta música respecto al ragtime o a la
música construida para bailar.
Nunca renunció a su faceta de
cantante que le permitía aportar un swing a la melodía que bien podría
conseguir con el instrumento. Incluso llegó a cantar por detrás del compás
logrando un efecto delicioso. Muchísimos cantantes se fijaron en Armstrong e
hicieron suyos sus elementos técnicos. No hablamos de cualquiera: Ella
Fitzgerald, Biliie Holiday o Frank Sinatra, son algunos de ellos.
Viajó por todo el mundo y
llegaron a ocurrir algunas cosas cómicas. En los años 30, unos músicos europeos
exigieron poder revisar la trompeta y la boquilla porque no podían creer que
fuera posible conseguir aquello sin trucos.
Louis Armstrong fue tan popular
que, a veces, se le recuerda más por sus apariciones públicas contando
anécdotas que por lo que significó para el jazz.
Hay que recordar que, ya pasados
muchos años, The Beatles no resistieron la fuerza de la música de este genio y
que Hello Dolly les desbancó de las listas.
El genio murió en 1971. Pero hay
que regresar de nuevo en el tiempo. Hemos dejado muchas cosas sin contar. Nos vemos en la próxima entrega para echar un vistazo a lo que sucedió en Chicago y
fijándonos, sobre todo, en Bix Beiderbecke.
G. Ramírez
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