Breve Historia del Jazz (V): Chicago y Nueva York años 20 o el jazz de los blancos
El jazz se extendió con rapidez y por todo Estados Unidos
gracias al gramófono. La venta de aparatos y discos se disparó durante algún
tiempo y era raro el lugar en el que no se escuchase la nueva música.
Aparecieron nuevos músicos en lugares improbables, algunos de ellos de
extraordinaria calidad.
Regresamos a Chicago y a los años 20 del siglo pasado.
Aunque no es cierto del todo, esos tiempos quedaron marcados, entre otras cosas,
por la hegemonía de los jazzmen blancos en Chicago. Su música se diferenciaba
de la tradición de Nueva Orleans gracias al flare up, el shuffle rhythm o el
break; por las marcadas tradiciones europeas más clásicas que destilaba su
música e, incluso; por la música popular judía. Los músicos eran vistos como
jóvenes que intentaban trazar un camino único y retirado del acomodo general.
Y, efectivamente, muchos de ellos lo eran aunque no tan salvajemente contrarios
al orden establecido o a los sentimientos más dulzones como quisieron
pintarlos. Porque fueron buenos camaradas, porque su música era la expresión de
sus intimidades, porque eran personas muy normales aunque tocaban jazz, claro.
Pero, en ese momento, todo lo que tenía que ver con Chicago y sus músicos
blancos era mitificado a la primera oportunidad.
Nueva Orleans, Chicago y Nueva York, eran los tres
epicentros del terremoto llamado jazz. Siempre se dijo. Aunque tampoco es del
todo cierto. Ya existían los gramófonos y la gente los compraba en grandes cantidades.
El jazz llegaba a todos los rincones de Estados Unidos. Del mismo modo que
pasaría después con la radio, los avances técnicos jugaban a favor de la
música. Desde Chicago, donde ya se encontraban los grandes músicos negros (por
eso decía que ese predominio blanco se tendría que discutir), se viajaba a
Nueva York con cierto frenesí. Por eso, estas ciudades, acumulaban mucho de lo
bueno, del dinero y de la fama. Pero el jazz se extendía sin límites. En este
contexto, cuando, además, el interés por todo lo negro que mostraban los
blancos era desmesurado, nos encontramos con uno de los músicos verdaderamente
importantes del y para el jazz. Bix Beiderbecke. Blanco, con gran talento y
anclado a la realidad musical de aquel tiempo aunque adelantado, siempre, a lo
que sucedía. Todo ello le convertiría en una referencia clara para miles de
jóvenes norteamericanos.
Nació en Davenport (Iowa). Fue el año 1903. Lejos de Nueva Orleans, de Chicago y de Nueva York. Comenzó tocando el piano y decidió cambiar de instrumento (corneta) después de escuchar unos discos que llevó a su casa el hermano mayor recién llegado de combatir en la Gran Guerra. Bix nunca había cuidado su preparación técnica. Parece ser que su gran oído para la música le permitía repetir canciones enteras después de escucharlas. Una gran ventaja que se volvería muy pronto en su contra convertida en una inseguridad enfermiza que le acompañó durante su carrera como músico.
La afición de Bix por la música preocupaba mucho a los
padres. No se les ocurrió nada mejor que enviar al muchacho a la Lake Forest
Academy para alejarle de las malas influencias. Pero estaba ¡junto a Chicago!
Bix fue expulsado poco después de ingresar en la institución por sus continuas
escapadas nocturnas en busca de los negros del jazz. Por supuesto, tras la
expulsión, esa búsqueda fue más intensa y mucho más libre.
Comenzó a tocar en bandas pequeñas y a beber alcohol en
grandes cantidades. Hasta que formó, junto a unos muchachos aficionados al
jazz, la primera banda de cierta importancia: los Wolverines. Si bien la música
de Bix en esta formación no está desarrollada del todo (la línea melódica es
bastante simple), se aprecia que algo especial se esconde en cada una de las
notas. Calidez, cadencia, exclusividad y la fuerza que nunca antes un músico
blanco había sido capaz de conseguir con un instrumento. Estuvo con los
Wolverines hasta 1924. Ya estaban en Nueva York. Al mismo tiempo, Armstrong
tocaba allí en la banda de F. Henderson.
Después de ir de un sitio a otro y de experimentar por su
cuenta, trabajó con Jean Goldkette hasta que su banda desapareció y con Paul
Whiteman mientras pudo continuar tocando. Estas eran bandas de músicos blancos.
Todavía, la segregación era absoluta. En estas dos formaciones coincidió con el
saxofonista Frank Trumbauer, un músico de gran prestigio y enorme influencia en
los músicos de su época. Era tranquilo, ordenado, bebía muy poco, cuidaba de su
familia. Todo lo contrario que era Bix que ya empezaba a tener serios problemas
con la bebida y que, trabajando con Whiteman, se convertiría en un auténtico
desastre. Ambos participaron en grabaciones míticas. 'Sigin’ the Blues' o 'I’m
Comin Virginia' son, tal vez las mejores. Los solos que consiguen son
fantásticos. El swing que domina esos temas parece un susurro evocador y
privado para el que escucha.
Pero no solo estaban ellos haciendo buena música. Otro dúo
extraordinario, el formado por el guitarrista Eddie Lang y el violinista Joe
Ventti, acompañaban a Bix y Trumbauer en las bandas de Goldkette y Whiteman.
En 1928, Armstrong escuchó en un teatro de Chicago a Bix. Y
le encantó su forma de tocar. Alguna noche, en algún local cerrado (insisto en
que la segregación era absoluta), tocaron juntos y es una pena que no dejaran
testimonio de ello porque nunca llegaremos a saber lo que consiguieron hacer
entre los dos. Ese mismo año, Bix ya mostraba muestras de depresión, de
desorden absoluto, de alcoholismo. Whiteman le sugiere un descanso y Bix viaja
a casa para descubrir que sus padres siguen sin aceptar su forma de vida. Esto
supone un mazazo para él. Decide ingresar en un sanatorio para intentar dejar
la bebida. Lo logra aunque poco después recae. Nunca regresó a la banda de
Whiteman. Pero sí dedico el final de su vida a componer para el piano. Lo poco
que conocemos (lo transcribió Bill Challis, seguramente, por la imposibilidad
técnica con la que cargaba el autor para hacerlo) nos hace pensar en los nuevos
caminos que Bix era capaz de encontrar. La pieza clave es 'In a Mist'.
Bix Beiderbecke murió a los 28 años en un pequeño
apartamento de Queens, Nueva York. Nunca sabremos el alcance que hubiera tenido
su música si hubiera continuado componiendo e interpretando.
G. Ramírez
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