'La arquitecta': La distopía en que vivimos

by - marzo 12, 2024


'La arquitecta' es una estupenda mini serie noruega dirigida por Kerren Lumer-Klabbers, que aborda, desde una perspectiva satírica y distópica, el drama de la dificultad de acceso a la vivienda. Su protagonista, Julie
(Eili Harboe) es una joven arquitecta que trabaja en una de las empresas del sector más importante (que acaba de fichar a Marcus, otro de los personajes principales como arquitecto estrella) que acaba arrendando para vivir lo único que puede permitirse: una plaza de garaje. Algo no muy alejado de las cápsulas habitacionales o de los micro apartamentos ya existentes en la actualidad, y que cada vez se construyen más. La idea para el argumento surge de una historia real: Nora Landsrød, creadora de la serie junto con Kristian Kilde, estaba buscando un lugar donde vivir, cuando se dio cuenta de que lo único que estaba a su alcance económicamente era una plaza de aparcamiento. En la ciudad presente eso sería imposible, pero en ese Oslo aparentemente futuro en el que se sitúa la serie, los coches han desaparecido, lo que permite la ocupación de esos espacios. Aparentemente, porque esa ausencia de vehículos es lo único que realmente aún no ha ocurrido. El resto de la distopía, o está aquí, o podría estarlo mañana. A cada detalle que pueda chocarnos, y hacernos situar la acción en un futuro, como la atención automática, los drones invadiendo el aire, o la arquitectura hostil, le sigue un reconocimiento automático de la tecnología, o incluso del uso. Lo que confiere ese carácter distópico es la suma, y, especialmente, el tratamiento de la imagen de la ciudad y su arquitectura, gris y hostil en los edificios y las calles, que han dejado de pertenecer a sus ciudadanos. La banda sonora, compuesta prácticamente por preciosas piezas clásicas que chirrían por contraste, acentúa la sensación distópica y de distorsión.

Lo que tiene de interesante y de inteligente esta serie no es solo lo que trata, sino cómo lo hace. Para empezar, porque es capaz de tratar en tan solo cuatro episodios de veinte minutos cosas tan importantes como la precariedad, los deseos y anhelos, la flaqueza, la necesidad, la soledad, las contradicciones internas, el desplome de las clases sociales, y la supervivencia como individuos y como sociedad. Y porque lo hace gracias a conseguir algo tan difícil como el equilibrio de espacios narrativos, presentando los espacios físicos (la arquitectura juega un papel fundamental) y personales de cuatro mujeres muy distintas, que juegan papeles muy diferentes.


Julie –la protagonista- es como la ciudad. Pura contención y distancia emocional, que no parece pertenecer a ningún sitio (lo que acentúa la percepción de la cuarta pared y de separación del espectador), y viste de gris, negro y azul marino, los mismos colores que la rodean. Katharina (Petronella Barker), la jefa de la empresa para la que trabajan Julie y Marcus, es egoista, dura y fría como el cristal del edificio en el que se sitúan las oficinas. Nina (Alexandra Gjerpen
), la pareja de Marcus, es lo opuesto a la Julie: visceral, intensa, y con tendencia a dar rienda suelta a sus emociones, como se intuye por el rojo que aparece tanto en su casa como en su ropa. Por último, está Kaja (Ingrid Giæver), vecina de Julie, una activista contra la arquitectura hostil que trabaja como maniquí. Comprometida, cálida y firme, es pinceladas doradas y luces suaves, capaces de hacer parecer un refugio un espacio como el garaje.



Ellas cuatro representan todo lo que está en juego. Un proyecto de construcción que puede hacer cambiar la vida de todos los involucrados, lo sepan o no. Uno de esos proyectos que están cambiando la vida de todos nosotros, lo sepamos o no. Porque todo lo que plantea la serie ya lo estamos viviendo. Solo hace falta abrir un periódico o dar una vuelta por la calle para darse cuenta de que la distopía, no es futura. La distopía hace tiempo que está aquí.

Beatriz Silva


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