'Juan José' en el Teatro de la Zarzuela: La primavera y la falta de esperanza
Un momento de la representación de 'Juan José. / Fotografía de Javier del Real |
Tiempo absolutamente primaveral en Madrid. La calima da paso
a una borrasca que da paso a un anticiclón que da paso a un temporal de viento
que da paso a la calma total. Las flores comienzan a decorar balcones y parques
que se resisten a dejar atrás un frío que regresa una y otra vez aunque sin
tanta fuerza y constancia. La ciudad claudica a poquitos ante la alegría de unos y otros
que no saben si vestir ropa abrigada o ponerse una camiseta de tirantes. Madrid
disfruta de su propio amanecer.
El Teatro de la Zarzuela de Madrid es coqueto y está cuidado
con esmero. El público va ocupando sus localidades. Se va a representar ‘Juan
José’ un drama lírico popular según su autor aunque sería más exacto decir que
es una ópera puesto que formalmente lo es. Se estrenó en este mismo escenario
el 5 de febrero de 2016, casi cincuenta años después de ser compuesta por Pablo
Sorozábal. El libreto es del propio Sorozábal y está basado en la obra teatral
de Joaquín Dicenta.
Se levanta el telón y todo lo que vamos a ver es oscuro, gris,
feo, casi sin vida. Figuras grises pintadas sobre el fondo del escenario que se
confundirán con figurantes vestidos de gris; vestidos y trajes siempre manchados aunque
sonría la fortuna tímidamente a alguno de los personajes, una tasca en la que
descubriremos almas sufriendo entre una falta de cultura que les
impide generar un criterio que vaya más allá de la reacción violenta, de la
reacción extrema. El hilo conductor de las vidas que conocemos es un amor
penoso al que sigue un ataque de celos que termina humedecido por la sangre,
envuelto por la venganza. Vamos a ver cómo los personajes se mueven entre un
machismo insultante y sin remedio. El mundo es feo, oscuro. Aunque la música
que comienza a sonar es todo lo contrario. Sin embargo, incluso la partitura
termina teñida por una forma terrible de ver ese universo. La escenografía es
excesiva y no deja títere con cabeza. Y es que incluso los suburbios tienen su
propia vida, su propio color y su propia belleza. El director de escena, José
Carlos Plaza, sepulta la chispa y la poca esperanza que guarda la partitura.
Luis Cansino (izquierda) y Luis López Navarro. / Fotografía de Javier del Real |
Quiero hacer un apunte sobre ese machismo al que me refiero.
El libreto es machista en sí mismo y Pablo Sorozábal manejó ideas que hoy no
tendrían cabida en ninguna obra. Alguno de sus personajes son machistas
recalcitrantes. Por tanto, ese machismo tan grosero no forma parte del universo
que crea Sorozábal (que también) y solo eso; es que el texto es machista, un
insulto. Ni siquiera la excusa del sarcasmo con el que se dicen algunas cosas
podría aliviar este problema.
La música suena moderna, esta sí que es sarcástica, ágil.
Vamos encontrando algunas cosas que tratan de separar esa partitura de lo que
era la música de principios del siglo XX. Pero todo se queda a medio camino y
no se consigue del todo el objetivo. Porque una escala de tono entero sin una
intención clara, sin un sentido que vaya más allá de la forma, se vacía por los
cuatro costados. Porque abrir la puerta a la disonancia debe entrañar un riesgo
al descifrarlo y un compromiso tanto para el que escribe música como para el
que escucha. El verismo está presente de principio a fin y esta obra no deja de
ser una vuelta de tuerca a lo dicho con ‘Adiós a la Bohemia’ por el propio
Sorozábal. Las reminiscencias flamencas se van escondiendo tras negras y fusas;
el chotis reposa en la composición de principio a fin junto a la habanera; recordamos
inevitablemente la ópera de Bizet (en el encuentro final de los dos
protagonistas, Juan José y Rosa). La partitura no es fácil aunque el director
musical Miguel Ángel Gómez-Martínez (siempre pendiente de los cantantes y de la
teatralidad) logra que la Orquesta de la Comunidad de Madrid sea capaz de sacar
adelante su trabajo. Tal vez la estridencia de algunos instrumentos desdibujen el
resultado final.
Carmen Solís (izquierda) y Belem Rodríguez Mora. / Fotografía de Javier del Real |
Luis Cansino encarna el papel de Juan José. Lo hace bien.
Mejor al cantar que al desplegar el arco dramático que debería dibujar al
personaje. Carmen Solís, sin embargo, no tuvo su mejor tarde y escuchamos algo
descontrolados los agudos, parecía quedarse sin aire en algunos momentos. En
los tonos medios se defiende muy bien, y los graves apenas se escuchan. Alba
Chantar (Toñuela) canta bien y resulta creíble con esa mezcla de ingenuidad y
pobreza que lleva a su personaje a vivir una realidad casi paralela. Francesco
Pio Galasso (Paco) está correcto en todos los aspectos aunque el lenguaje
corporal le gasta alguna mala pasada y no se entiende bien lo que dice con esa forma
de decirlo. En ‘Juan José’ no hay coro.
Gustó la obra de Sorozábal aunque suena anacrónica.
Al salir del Teatro de la Zarzuela, allí estaban los
colores, la esperanza, la parte positiva de la mirada. A pesar de todo, los
colores siguen en el mismo lugar. También junto a la miseria, pero luciendo lo
que son.
G. Ramírez
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