William Shakespeare y la ópera: Rendidos ante la maestría del Bardo de Avon
Del mismo modo que Homero ya eligió los seis o siete temas principales de la literatura universal (no ha cambiado nada desde entonces), Shakespeare fue el autor que supo sumergirse en las consciencias colectivas y más profundas del ser humano, para dejar dicho quiénes éramos y cómo nos movíamos durante nuestra existencia. Por supuesto, los grandes compositores siempre quedaron prendados de sus obras.
Como puede comprobarse, la
influencia del Bardo de Avon ha sido muy importante en el mundo de la ópera.
Muchos de los grandes compositores cayeron en las redes de los textos del mejor
autor teatral de todo la historia. Y todos, sin excepción han estado influidos
por la obra de Shakespeare directa o indirectamente.
‘La reina de las hadas’ (semiópera; cinco escenas musicales de una obra de cinco actos)
‘The Fairy Queen’. Se trata de
una adaptación anónima de la obra ‘Sueño de una noche de verano’ de William
Shakespeare. Se estrenó en el Queen’s Theatre, Dorset Garden, el 2 de mayo de
1692. Un año después, Henry Purcell revisó la adaptación y agregó algunas cosas
antes de estrenarse.
Hubo que esperar hasta 1903 para
que la partitura fuera encontrada. Doscientos años estuvo perdida.
Esta es la obra más ambiciosa del
compositor y fue la más cara de la época.
La música ya suena en el texto de
Shakespeare. Son muchos los compositores que han encontrado una fuente de
inspiración en ‘Sueño de una noche de verano’. Algunos ejemplos son la música
incidental de Mendelssohn o las escenas nocturnas en’ Los maestros cantores de
Wagner’ en las que podemos percibir claramente algunos posos de esta obra.
Purcell compuso cinco masques con
danzas y cantos, cinco divertimentos sin que se siguiera la trama del texto
original al eliminar muchos cuadros y papeles como el de Hipólita y Filostrato;
o los artesanos Píramo y Tisbe.
Las canciones tienen un claro
contenido erótico y Purcell utilizó efectos poco habituales en el teatro. Una
canción que sirve como fuga o cánones cantados una octava o una octava más
séptima más altos.
'Romeo y Julieta' en el Teatro Real. / Fotografía: Javier del Real |
‘Romeo y Julieta’ (Ópera en cinco actos)
‘Roméo et Juliette’. Con libreto
de Jules Barbier y Michel Carré se estrena en el Teatro Lírico de París el 27
de abril de 1867.
Es la ópera de Gounod que llegó a
ser más popular en París. Tal vez, no alcanza el grado de lirismo de ‘Mireille’
y carece del color de ‘Fausto’, pero, desde los primeros compases, el
compositor logra crear un clima de gran tensión emocional utilizando dúos que
van del alocamiento amoroso de los personajes al paradigma del amor verdadero y
eterno. En este sentido, la partitura de Gounod se aproxima mucho al texto de
William Shakespeare.
La historia que se cuenta es del
todo conocida. Se desarrolla en Verona cuando está arrancando el siglo XV. Los
Montesco y los Capuleto son familias enemigas. Romeo y Julieta, miembros de
estas, se conocen, se enamoran, se casan (el hermano Lorenzo celebra la
ceremonia) y, tras sucederse una serie de circunstancias desastrosas, los
amantes se suicidan antes de ceder ante una realidad hostil que les impide
seguir siendo pareja. Una tragedia archiconocida.
Existen varias similitudes con ‘Fausto’
(arieta del vals de Julieta; cavatina de Romeo; los recuerdos que en la última escena
invaden las consciencias de los protagonistas). Algunos momentos alcanzan una
belleza apabullante como, por ejemplo, el comienzo del cuarto acto cuando los
amantes se funden en un beso. La orquesta, en ese momento, expresa la alegría
más auténtica.
El texto de Shakespeare es casi
exacto al que utiliza Gounod en algunos momentos. En el tema del amor lo
reproduce en un noventa y cinco por ciento.
Conviene señalar que Gounod busca
la coronación del propio amor como gran valor del ser humano dejando al margen
la glorificación de Romeo y Julieta.
‘Hamlet’ (Ópera en cinco actos)
Con libreto de Michel Carré y
Jules Barbier, según la obra homónima de William Shakespeare, se estrena en la
Ópera de París el 9 de marzo de 1868.
Ambroise Thomas escribió cerca de
quince óperas cómicas que pasaron por los escenarios sin pena ni gloria. Fue,
primero, con ‘Mignon’ (1866) y, más tarde, con ‘Hamlet’ (1868) cuando consigue
sus mejores partituras.
La dramaturgia de Thomas es muy
endeble aunque, a cambio, la danza es su gran fortaleza.
La figura de barítono en ‘Hamlet’
(el primero de todos fue Jean-Baptiste Fauré) está sobre las tablas hasta el
cuarto acto. Apenas desaparece unos instantes. Por ello, se considera uno de
los más importantes y exigentes de la historia. El personaje es muy parecido al
que se perfila en la obra de Shakespeare. Musicalmente, el monólogo ser o no
ser es brillante y algo distinto a lo que, generalmente, hacía el compositor.
El personaje de Ofelia (soprano)
es protagonista de ese cuarto acto y, por supuesto, del ballet. Su discurso en
forma de recitativo da paso a un vals de coloratura al que sigue ¡una balada
sueca! ‘Hamlet’ es una obra que se desarrolla en Dinamarca. El motivo de la
inclusión de esta pieza tiene que ver con el homenaje a una de las primeras Ofelias,
Christine Nilsson; sueca, por supuesto.
Una vez muerto el compositor, la
ópera dejó de representarse y hubo que esperar más de cien años para volver a
ver a ‘Hamlet’ sobre las tablas.
'La prohibición de amar' en el Teatro Real. / Fotografía: Javier del Real |
‘Das Liebesverbot’. Libreto de
Richard Wagner basado en la comedia de William Shakespeare ‘Measure for measure’
(‘Medida por medida’). Estrenada el 29 de marzo de 1836 en el Teatro Municipal
de Magdeburgo. Este estreno fue una auténtica pesadilla para el compositor y no
volvió a ver una representación de su obra mientras vivió. Es posible que
Wagner, con esta partitura, intentase hacerse un hueco más estable y brillante
en el mundo de la ópera aunque el plan no resultó.
Se ensayó para su estreno tan
solo diez días. El tenor no fue capaz de recordar su papel y aquello se
convirtió en un puzle imposible de ordenar.
Compuso la obra como homenaje a
la que, más tarde, sería su esposa; se podría decir que ‘Das Liebesverbot’ era
un regalo de enamorado; pero, también, estuvo influida por el movimiento
antirromántico que nacía en Alemania alrededor de 1830. Este era un movimiento
llamado Junges Deutscland (Joven
Alemania) que se enfrentaba a la moralidad férrea e injusta de la época y al
poder de la iglesia con el fin de abrazar las ideas más progresistas.
En ‘La prohibición de amar’,
Wagner contrapone el estilo de vida del sur de Europa a la forma de vida pétrea
y falsa del norte, en concreto, de Alemania. Aunque, lo cierto es que no puede
evitar ceder ante lo que entiende que es el orden en el amor. La libertad
amatoria no es tanta como Wagner quiere esbozar. Sí logra una crítica social,
algo templada, que se refiere a la obediencia ciega frente al poder
establecido, a la tiranía, la censura o la doble moral instalada y que
utilizada dobles varas de medir.
En esta ópera se acerca a la commedia dell’arte alejándose
formalmente del modelo francés. Los estereotipos que utilizan forman parte de
la comedia bufa más arcaica. Encontramos otra referencia en el cuarto acto a ‘Las
bodas de Fígaro’ de Mozart y, naturalmente, una continuidad dramática de ‘Las
Hadas’ (el motivo del amor prohibido se carga, ahora, sobre el personaje de
Friedrich). En la escena del convento, desde que escuchamos las campanadas
hasta el ‘Salve Regina’, se entona el mismo que podemos disfrutar en ‘Tannhäuser’
cuando se ensalza el perdón de los dioses.
Para muchos, ‘La prohibición de
amar’ supone un pecado cometido por Wagner. No es así. Entre otras cosas porque
Wagner a la italiana tiene su gracia.
‘El sueño de una noche de verano’ (ópera en tres actos)
A ‘Midsummer Night’s Dream’.
Libreto basado en la ópera de William Shakespeare. Se estrena el 11 de junio de
1960 en Aldeburgh, Suffolk (Jubilee Hall).
Como se ha dicho, la obra de
Shakespeare ya suena en su texto original. Allí encontramos efectos musicales,
existen referencias a canciones y formas de música popular.
Aunque hubo quien vio una
heroicidad de Britten al escribir una ópera sobre el texto de Shakespeare, no
se trataba de nada nuevo, ya se había hecho antes. Eso sí, el resultado fue
extraordinario.
Se redujo el texto original y se
respetó al máximo lo que quedó. La ópera omite el primer acto por completo.
El plan tonal es claro y preciso.
Los registros clásicos (soprano, tenor, mezzosoprano y barítono) se quedan en
el territorio de los jóvenes amantes y se acompañan con instrumentos de viento
de madera y de arco. Los registros altos quedan para los personajes
trascendentales (sopranos adolescentes y coloratura) acompañados de arpas,
clavelín, chelos, percusión y celesta. Por último, los artesanos ocupan la zona
tonal grave acompañados de vientos de metal y fagot.
Britten incluyó, así,
instrumentos distintos a los que eran habituales buscando soluciones para los
registros (Oberón, por ejemplo, es un contralto masculino que aporta un toque
barroco tan curioso como necesario) y la recreación de un clima mágico y único
(el sueño está construido con cuatro acordes básicos de una serie dodecafónica
que crece y evoluciona sin pausa).
La conexión entre la obra de
Shakespeare y la ópera es absoluta. Y un placer acercarse a estas obras que
representan un noviazgo que puede seguir dando de sí por siempre jamás.
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