'Doña Francisquita': La zarzuela y la luz de Madrid

by - junio 21, 2024

Todas las fotografías: Javier del Real

Madrid es una ciudad extraordinaria por muchas razones. Su luz al atardecer es inigualable, la posibilidad de pasear sus grandes parques o sus calles es deliciosa, la gastronomía de la ciudad está a la altura de cualquier otra capital del mundo, la oferta cultural es asombrosa… Pero, sobre todo, Madrid es una ciudad abierta para cualquiera que llegue de fuera, la hospitalidad de los madrileños es indiscutible y nadie se puede sentir extraño en ningún rincón de la ciudad. Y es que los madrileños son personas de buen carácter, alegres, divertidos y cercanos. No es de extrañar que un artista decida rendir homenaje a los madrileños en una de sus obras tal y como hizo Amadeo Vives con ‘Doña Francisquita’.

Tampoco es de extrañar que el 17 de octubre de 1923, el Teatro Apolo se convirtiese en una casa de locos. Se estrenó la obra de Vives y los aplausos no cesaron desde el primer momento hasta que acabó la representación. El éxito de ‘Doña Francisquita’ fue clamoroso.

Y si no es extraño todo esto, tampoco lo es que los aficionados a la zarzuela más puristas se sientan incomodos ante la producción que se ha comenzado a representar el 19 de junio en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, una producción ya conocida por el público del foro puesto que se repite tras su estreno hace cinco años. La versión de Lluís Pascual elimina escenas por completo y elimina textos hablados (esto sucede con mucha frecuencia en la actualidad puesto que el sentido de esos textos es escaso en los tiempos que corren) y, en su lugar, la obra incorpora textos del propio Pascual que, entre otras cosas, cuentan el argumento original de la obra de Vives. Si no fuera por esa explicación la obra quedaría reducida a un amasijo de números musicales inconexos y sin sentido.

Dicho todo esto, hay que señalar que, si bien es una adaptación muy libre, esta ‘Doña Francisquita’ resulta atractiva, simpática, entrañable y profunda si buscamos algo más allá del entretenimiento. La música de Amadeo Vives es espléndida; el libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw (lo que queda de él en esta producción) es atractivo y ameno; los textos de Pascual son divertidos y tratan de dar un toque de modernidad que consigue a duras penas en algunos tramos aunque en su conjunto resulta aceptable; la dirección musical de Guillermo García Calvo es atrevida, busca matices muy llamativos y acompaña a los cantantes sin morosidad alguna; y las voces están a una altura más que notable.


Lluís Pascual convierte el primer acto de la obra en la grabación en estudio del disco de esta zarzuela en los años 30; el segundo en un estudio de televisión de mediados de los 60 en el que se emite la obra en directo; y el tercero en lo que sería el ensayo general de la producción hoy en día (en este acto se proyectan algunas escenas de la primera película que se filmó de esta zarzuela, la dirigida en 1934 por Hans Behrendt). El actor Gonzalo de Castro hace un trabajo excelente que sirve de hilo conductor de acto a acto y narra todo aquello que va pasando o debería pasar sobre las tablas y que sería incomprensible sin su presencia. Además, acompaña hasta el escenario a Lucero Tena que, con sus castañuelas, es capaz de poner el teatro del revés. Maravillosa. El primer acto queda algo deslucido por la falta de dinamismo y la representación eleva el vuelo en el segundo y tercero cuando la escena se mueve.

¿Es esta ‘Doña Francisquita’ una traición absoluta a la obra de Vives? Yo no diría tanto. Cuando suceden estas cosas (son bastante más habituales de lo que se puede llegar a pensar) siempre pienso en la traducción que Andrés Trapiello hizo de Don Quijote de la Mancha al castellano actual. Hubo quién se llevó las manos a la cabeza ante semejante herejía literaria; pero lo cierto es que esa traducción ha servido para que decenas de miles de personas extranjeras puedan acercarse a la obra de Cervantes entendiendo bien la obra. Para un inglés que habla castellano no es lo mismo leer ese libro en el castellano de Cervantes que en el actual. Conviene no ser demasiado rígido ante los cambios porque pueden ser útiles. Conviene no cerrarse en banda ante lo novedoso porque eso no significa que el original desaparezca o algo parecido. Se trata de hacer una lectura de la obra desde una perspectiva que pueda aportar. Sólo eso.


Ismael Jordi (Fernando) firmó un trabajo estupendo. Aunque no es un cantante que pueda desplegar grandes registros si es un artista capaz de frasear con encanto para dar una continuidad muy necesaria al conjunto. Y, dicho esto, he de añadir que al cantar ‘Por el humo…’ estuvo soberbio y el público aplaudió a rabiar su interpretación. Con toda la razón del mundo. Sabina Puértolas (Francisquita) canta muy bien, ha depurado la técnica notablemente y en los tonos medios, o de camino a los más agudos, se defiende con timbre precioso y contención. Está muy bien la soprano y su faceta interpretativa es muy agradable. Ana Ibarra (Aurora, la Beltrana) cumple al igual que lo hace Enrique Ferrer (Cardona). Milagros Martín bien de voz y espléndida desarrollando el arco dramático de su personaje, Doña Francisca. El coro muy bien, yendo de menos a más; de mucho a muchísimo. Y quiero señalar la voz de Francisco José Pardo (Lañador) que suena elegante y robusta al comenzar la obra. El cuerpo de baile dirigido por Nuria Castejón es una bocanada de aire fresco y resulta un regalo para la vista.

‘Doña Francisquita’ es una obra extraordinaria. Y la producción que puede disfrutarse en el Teatro de la Zarzuela de Madrid es más que recomendable. A pesar de las sombras (que las tiene) la luz que desprende es tan bonita como la de un atardecer en Madrid.

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