La imposibilidad de explicar una obra de arte
Georges Seurat, Tarde de domingo en la isla de la Grande
Jatte. Óleo sobre tela, 1884 |
Louis Armstrong dijo algunas
cosas más que interesantes sobre esa música que conocemos con el nombre de
jazz. La que a mí más me gusta es esta: ‘If you have to ask what jazz is, you
will never know’ (Si tienes que preguntar qué es el jazz, nunca lo sabrás).
¿Por qué es esta mi preferida? Pues porque resume perfectamente en qué consiste
la contemplación de una obra de arte, cual es la inutilidad de la explicación.
Sirve la frase para la música o para cualquier manifestación artística.
Del mismo modo que un blues o una
pieza interpretada por Bill Evans hay que sentirlas mientras se escuchan, hay
que dejar que se expliquen a sí mismas; un cuadro, por ejemplo, no puede
mirarse como si fuera el escaparate de la esquina puesto que una obra pictórica
solo puede entenderse y sentirse si el observador es capaz de introducirse en
el lienzo, en lo que representa. Porque cualquier obra de arte solo puede ser
contemplada desde dentro, desde el lugar que ocupó el artista. Tratando de
sentir lo que él o ella sintieron, tratando de ver lo que él o ella vieron,
tratando de ocupar su lugar. Esto es algo que no terminan de comprender
millones de snobs que quieren parecer
expertos al repetir frases hechas y redondas aunque sean incapaces de entender
nada de lo que dicen, sujetos que incluso llegan a gastar verdaderas fortunas
sin saber si compran algo importante, un capricho o una castaña pilonga.
Si logramos acompañar al artista
en el momento de crear, imaginar sus motivaciones o sentir el fuego inaguantable
que le obligaron a hacer una cosa en lugar de otra, seremos capaces de
disfrutar de cualquier obra de arte. Hay que dejarse llevar. Y cuidado con las
explicaciones. Por ejemplo, un poema explicado es un poema distinto al que el
poeta escribió, un poema muerto. La poesía debe sentirse. Ni siquiera es
obligatorio entenderla.
En fin, disfruten y huyan del
postureo empalagoso.
G. Ramírez
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