El gran cambio en el jazz: Llega el 'bebop'

by - agosto 18, 2024

 

Charlie Parker.

El jazz representó el cambio durante la primera mitad del siglo XX como referente musical. Su popularidad y su carga simbólica lo hacían inevitable. En los 40, un grupo de músicos abordaron un cambio que resultó fundamental. Nacía el ‘bebop’.

Desde sus comienzos, el jazz fue moderno. Cada paso que daba resultaba ser una revolución musical; cada paso que daba representaba la introducción de técnicas novedosas en la interpretación, modificación de melodías; cada paso significaba mayor compromiso con la búsqueda de la igualdad racial, con la búsqueda de un sonido libre y lleno de frescor. Aunque lo más asombroso de la historia del jazz es la rapidez y la contundencia con la que la música popular se convirtió en culta.

Por todo esto, el cambio que se produjo en el mundo del jazz con la introducción del ‘bebop’ no resulta del todo inesperado ni sorprendente. Es verdad que el nuevo movimiento musical apareció sin que el gran público supiera qué era aquello. Solo los que asistían a las ‘jam sessions’ inevitables de cada noche, solo los que se ubicaron en las afueras del circuito tradicional de esta música estaban enterados del cambio que llegaba para arrasar poco después.

El jazz moderno tiene su origen en las orillas del propio jazz. Es el primer y gran movimiento ‘underground’ de la historia de la música.

El ‘bebop’ surgió contrapuesto (ese era su sentido) al populismo que se había implantado durante la ‘Era del Swing’. Lo que representaba el jazz resultaba incomprensible e insoportable para muchos músicos que veían cómo la esencia se escapaba con rapidez. Sin embargo, nadie quería hacer desaparecer nada. Esa esencia resultaba sagrada para los ‘beboppers’. Pero la experimentación con el lenguaje musical y los modos interpretativos buscando nuevas formas de expresión o la protesta se dibujaban en los pentagramas más modernos.

Lo fundamental siguió en su sitio. Aunque la forma de tocar cambió de forma radical. La improvisación se convirtió en algo mucho más complejo, rebosaba un sentido que se volcaba con rapidez endiablada desde los instrumentos. El nuevo fraseo hizo que se instalara, definitivamente, el 4/4 que aportaba una dinámica mucho más fresca. Y ese fraseo se hizo con un espacio distinto para dibujar una especie de frágil equilibrio en el sonido desde el que los solos tenían una puerta de entrada que daba a la zona expositiva más fundamental.

Con ello, la técnica de cada músico creció en importancia. Era tal la rapidez del fraseo y tal el grado de sofisticación en la interpretación, que el dominio del instrumento se imponía ante cualquier otra cosa. Ahora bien, los ‘boppers’ no dieron la espalda jamás al tempo propio de las baladas. Solos eternos, melancólicos, profundos, que duplicaban su extensión en busca de una fidelidad inquebrantable con la velocidad.

Al contrario de lo que pudiera parecer, todo esto no era nada nuevo. Si, por ejemplo, prestamos atención a la música de Duke Ellington, por debajo del sonido de su orquesta, el maestro construía las líneas melódicas desde una marcada disonancia. Pero el oyente se quedaba con ese sonido propio de las ‘big bands’ de la época. Esta es la razón por las que muchos pensaron que el ‘bebop’ nació de la nada sin ser verdad. Lo que sí representaba un cambio era que los instrumentistas, todos ellos, querían hacer esa música.

Es importante decir que el coqueteo del ‘bebop’ con la música clásica fue decisivo en su arranque. Los grandes representantes de este movimiento conocían bien las obras fundamentales de los grandes compositores antiguos y contemporáneos. Nada nuevo, tampoco.

Los primeros ‘beboppers’ respetaron la base melódica de los ‘standards del jazz’. Pero atacaban la esencia de la pieza desde lugares insospechados hasta ese momento. Alteraban notas en todos los compases. Por otro lado, las formas compositivas les interesaban bastante poco. La búsqueda del contenido estaba muy por encima de cualquier otra cosa. No importaba qué tocar; lo fundamental era cómo hacerlo. Las melodías eran una especie de vehículo que llevaba al músico hasta la estación solo. Allí era donde estaba lo importante. Tanto es así que muchas de las grabaciones de las ‘jam sessions’ de la época (en gran cantidad realizadas por técnicos de sonido o aficionados) comenzaban cuando llegaba el solo. El resto, de alguna forma, era prescindible.

Todo era producto del cambio que se había ido gestando, sobre todo, en Kansas City. La música renunciaba a la articulación predominante en la partitura tradicional y buscaba un estilo más asentado en un puntillismo incisivo y rotundo. Count Basie, Jo Jones o Walter Page ya habían señalado el camino.

Es muy importante destacar que fueron músicos desconocidos, integrantes de las bandas dirigidas por astros del jazz, los que construyeron el nuevo escenario. Competían con su música, buscaban el camino más complicado para interpretar. Estos músicos eran los que se situaban en la periferia musical de la periferia musical; eran un grupo al margen de un grupo. Eso sí, los ‘beboppers’ ya exigían ser reconocidos como lo que eran, protestaban por las diferencias que se producían en el ámbito musical, reclamaban sus derechos.

Sobre todo lo hacían haciendo música, escapando de lo convencional. Durante los años 40, fueron criticados por su postura ante el resto de la sociedad, tanto como aclamados por su talento. Terminaron encontrando su sitio. Un sitio importante que marcaría para siempre la evolución del jazz.

G. Ramírez

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