El gran cambio en el jazz: Llega el 'bebop'
Charlie Parker. |
El jazz representó el cambio durante la primera mitad del siglo XX como referente musical. Su popularidad y su carga simbólica lo hacían inevitable. En los 40, un grupo de músicos abordaron un cambio que resultó fundamental. Nacía el ‘bebop’.
Desde sus comienzos, el jazz fue
moderno. Cada paso que daba resultaba ser una revolución musical; cada paso que
daba representaba la introducción de técnicas novedosas en la interpretación,
modificación de melodías; cada paso significaba mayor compromiso con la
búsqueda de la igualdad racial, con la búsqueda de un sonido libre y lleno de
frescor. Aunque lo más asombroso de la historia del jazz es la rapidez y la
contundencia con la que la música popular se convirtió en culta.
Por todo esto, el cambio que se
produjo en el mundo del jazz con la introducción del ‘bebop’ no resulta del
todo inesperado ni sorprendente. Es verdad que el nuevo movimiento musical
apareció sin que el gran público supiera qué era aquello. Solo los que asistían
a las ‘jam sessions’ inevitables de cada noche, solo los que se ubicaron en las
afueras del circuito tradicional de esta música estaban enterados del cambio
que llegaba para arrasar poco después.
El jazz moderno tiene su origen
en las orillas del propio jazz. Es el primer y gran movimiento ‘underground’ de
la historia de la música.
El ‘bebop’ surgió contrapuesto
(ese era su sentido) al populismo que se había implantado durante la ‘Era del
Swing’. Lo que representaba el jazz resultaba incomprensible e insoportable
para muchos músicos que veían cómo la esencia se escapaba con rapidez. Sin
embargo, nadie quería hacer desaparecer nada. Esa esencia resultaba sagrada
para los ‘beboppers’. Pero la experimentación con el lenguaje musical y los
modos interpretativos buscando nuevas formas de expresión o la protesta se
dibujaban en los pentagramas más modernos.
Lo fundamental siguió en su
sitio. Aunque la forma de tocar cambió de forma radical. La improvisación se
convirtió en algo mucho más complejo, rebosaba un sentido que se volcaba con
rapidez endiablada desde los instrumentos. El nuevo fraseo hizo que se
instalara, definitivamente, el 4/4 que aportaba una dinámica mucho más fresca.
Y ese fraseo se hizo con un espacio distinto para dibujar una especie de frágil
equilibrio en el sonido desde el que los solos tenían una puerta de entrada que
daba a la zona expositiva más fundamental.
Con ello, la técnica de cada
músico creció en importancia. Era tal la rapidez del fraseo y tal el grado de
sofisticación en la interpretación, que el dominio del instrumento se imponía
ante cualquier otra cosa. Ahora bien, los ‘boppers’ no dieron la espalda jamás
al tempo propio de las baladas. Solos eternos, melancólicos, profundos, que
duplicaban su extensión en busca de una fidelidad inquebrantable con la
velocidad.
Al contrario de lo que pudiera
parecer, todo esto no era nada nuevo. Si, por ejemplo, prestamos atención a la
música de Duke Ellington, por debajo del sonido de su orquesta, el maestro
construía las líneas melódicas desde una marcada disonancia. Pero el oyente se
quedaba con ese sonido propio de las ‘big bands’ de la época. Esta es la razón
por las que muchos pensaron que el ‘bebop’ nació de la nada sin ser verdad. Lo
que sí representaba un cambio era que los instrumentistas, todos ellos, querían
hacer esa música.
Es importante decir que el
coqueteo del ‘bebop’ con la música clásica fue decisivo en su arranque. Los
grandes representantes de este movimiento conocían bien las obras fundamentales
de los grandes compositores antiguos y contemporáneos. Nada nuevo, tampoco.
Los primeros ‘beboppers’
respetaron la base melódica de los ‘standards del jazz’. Pero atacaban la
esencia de la pieza desde lugares insospechados hasta ese momento. Alteraban
notas en todos los compases. Por otro lado, las formas compositivas les
interesaban bastante poco. La búsqueda del contenido estaba muy por encima de
cualquier otra cosa. No importaba qué tocar; lo fundamental era cómo hacerlo.
Las melodías eran una especie de vehículo que llevaba al músico hasta la estación
solo. Allí era donde estaba lo importante. Tanto es así que muchas de las
grabaciones de las ‘jam sessions’ de la época (en gran cantidad realizadas por
técnicos de sonido o aficionados) comenzaban cuando llegaba el solo. El resto,
de alguna forma, era prescindible.
Todo era producto del cambio que
se había ido gestando, sobre todo, en Kansas City. La música renunciaba a la
articulación predominante en la partitura tradicional y buscaba un estilo más
asentado en un puntillismo incisivo y rotundo. Count Basie, Jo Jones o Walter
Page ya habían señalado el camino.
Es muy importante destacar que
fueron músicos desconocidos, integrantes de las bandas dirigidas por astros del
jazz, los que construyeron el nuevo escenario. Competían con su música,
buscaban el camino más complicado para interpretar. Estos músicos eran los que
se situaban en la periferia musical de la periferia musical; eran un grupo al
margen de un grupo. Eso sí, los ‘beboppers’ ya exigían ser reconocidos como lo
que eran, protestaban por las diferencias que se producían en el ámbito
musical, reclamaban sus derechos.
Sobre todo lo hacían haciendo
música, escapando de lo convencional. Durante los años 40, fueron criticados
por su postura ante el resto de la sociedad, tanto como aclamados por su talento.
Terminaron encontrando su sitio. Un sitio importante que marcaría para siempre
la evolución del jazz.
G. Ramírez
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