Django Reinhardt: El genio gitano del jazz (I)
Django Reinhardt es el guitarrista de jazz europeo más importante de la historia. Nadie ha logrado alcanzar su nivel de genialidad con ese instrumento. Su vida es una verdadera aventura que merece la pena repasar para ubicar correctamente su música. Tocó, durante buena parte de su carrera, con la mano izquierda muy deteriorada a causa de un incendio en el que resultó herido. Pero nunca se rindió porque decidió ser el mejor desde que era un niño.
Django Reinhardt ha pasado a la
historia como el mejor guitarrista de la historia de jazz. Razones hay para
ello. Pero, además de ser un músico excelente, toda su historia está envuelta
en mitos y leyendas.
Django convertía su entorno en
algo parecido a su caravana. Era manouche; para entendernos, era gitano.
Viajaba, necesitaba hacerlo para sentirse libre. Llevaba a toda su familia con
él. Los hoteles se convertían, durante su estancia, en campamentos improvisados
que volvían loco al director de turno. Y esto fue una constante a lo largo de
toda su carrera. Dio igual si era famoso o estaba empezando a abrirse camino.
Django era un buen hombre. Tan
generoso como déspota con los músicos que le acompañaban. No consentía una nota
mal colocada de ninguno de ellos y era capaz de despedir a un músico en un
arranque de furia aunque eso representara un desastre al no haber recambio
posible. Lo curioso es que él iba a tocar si le apetecía y solo si eso era así.
Sus primos músicos tuvieron que suplirle en gran cantidad de ocasiones porque
Reinhardt se quedaba en su caravana o jugándose todo lo que tenía en alguna
timba. Jugaba, jugaba y jugaba. Ganaba grandes cantidades tocando en algún club
y al día siguiente su mujer tenía que pedir algo de dinero para poder comprar
lo básico.
Django era desconfiado. Era
analfabeto. Era capaz de firmar un documento con dificultad. Y eso le hizo
recelar de los empresarios puesto que pensaba que le estaban engañando. Pedía
cantidades desorbitadas por la misma razón. ¡Y se las pagaban sin rechistar!
El aspecto de Reinhardt era
extraordinario. Vestía mezclando colores, combinando todo tipo de prendas que
le convertían en un ser singular. Y se adaptaba a todo tipo de ambiente sin
dificultad. Podía alternar con músicos famosos, políticos o gente de baja
estofa sin problemas.
Pero sobre todas las cosas,
Django era un genio. Nunca cometía errores al interpretar. Ni siquiera tras el
terrible accidente en el que sufrió quemaduras en una pierna y en su mano
izquierda. Durante años tuvo que tocar la guitarra con una movilidad muy
reducidas de sus dedos meñique y anular, con los dedos índice y medio
completamente rígidos. Lograba solos que son considerados auténticas obras
maestras. Su música era arrasadora, original.
Nació durante el invierno de 1910
en la localidad belga llamada Liberchies aunque es algo circunstancial. Su familia
viajaba constantemente en sus carromatos buscando formas de ganar algo de
dinero, bien haciendo música, bien leyendo el futuro en las palmas de las
manos. Su nombre completo era Jean Baptiste Django Reinhardt.
Diez años después, su familia
decide instalarse de forma definitiva en las afueras de París, en La Zone. El
lugar estaba reservado a gitanos, inmigrantes recién llegados y sin recursos,
obreros en paro y gentes de mal vivir que se mezclaban con ellos. Por supuesto,
no existía red eléctrica, ni de agua, ni de nada que tuviera que ver con el
progreso. La Belle Epoque se vivía lejos de La Zone. Y allí, Django fue
creciendo, liderando una banda de golfillos y tomando contacto con la música y
el cine, las dos cosas que más le fascinaron durante su vida junto con el
juego.
A pesar de lo que se piensa
habitualmente, no comenzó tocando la guitarra. Primero fue el cimbalón. En este
instrumento, el acento rítmico recae en el primer y tercer tiempo del compás.
No sería nada importante si no fuera porque en el jazz ocurre que ese acento
recae en segundo y cuarto. Y es esta una de las razones por la que la música de
Django Reinhardt suena tan exquisitamente extraña. El aprendizaje deja posos
durante toda la vida.
Después de tocar algún tiempo,
también, el violín; llega a su poder un banjo. Descubre una nueva forma de
hacer música que le lleva, incluso a dejar las calles. Pronto era capaz de
tocar piezas con una destreza fuera de lo común. Tanto es así que con doce años
ya estaba tocando como acompañante en las salas de la rue Mouge y Lappe. Se
especializó en los conocidos como standars americanos. En ese momento, no sabía
que la música pudiera escribirse. Por esta razón, Django memorizaba todo lo que
escuchaba demostrando una capacidad memorística absoluta. Llevaba la música en
la mente. Daba igual si escuchaba una pieza sencilla o una composición
estructuralmente compleja.
Recorrió las calles de París
junto a su inseparable hermano Nin-Nin durante mucho tiempo. Unas calles en las
que se escuchaba el bal-musette. Los salones más golfos era donde se
concentraba ese tipo de música que se vio, poco a poco, sustituida por el
acordeón llegado desde Italia a principios de siglo. Django acompañó a los
acordeonistas del momento (Guérino, Vaissade o Maurice Alenxander).
Y cuando todo comenzó a ser una especie de cuento de hadas para Django, en el momento en el que recibe una oferta de Jack Hylton (algo así como un Whiteman a la inglesa), la vida del guitarrista da un giro inesperado y trágico.
G. Ramírez
0 comments