'Marina': Antes de que la ciudad se eche a dormir

by - octubre 10, 2024

Sabina Puértolas e Ismael Jordi. / Fotografía: Javier del Real

Madrid es una ciudad tan hostil con los madrileños como amable con los visitantes. Lo cotidiano poco tiene que ver con lo extraordinario del que llega para disfrutar de la ciudad durante un par de días o tres. Madrid es un enorme atasco, una ciudad en la que la lluvia se convierte en una desgracia mientras en buena parte del mundo es una bendición, Madrid es una trituradora de tranquilidades colectivas. Pero, afortunadamente, Madrid está lleno de rincones acogedores, de lugares salvadores que reconcilian con uno mismo y con la sociedad. Uno de ellos es el Teatro de la Zarzuela de Madrid (todos los teatros lo son).

Ayer arrancaba la temporada y se respiraba de forma especial. Ilusión, alegría y expectación en cada bocanada de aire. La ópera ‘Marina’ ha sido la elegida para que este comienzo tenga un lustre definitivo y la producción que se ha presentado está a la altura de lo que cualquier aficionado espera. El Teatro lleno, caras muy conocidas en el patio de butacas, y una actitud casi reverencial del público ante el esfuerzo de músicos y cantantes.

‘Marina’ es una obra de Emilio Arrieta que fue creada como zarzuela y que evolucionó hasta convertirse en ópera. La influencia ‘bel cantista’ es evidente en la partitura y en el libreto original. Se dice que no tuvo una gran acogida en su estreno (siendo zarzuela) en el Teatro del Circo de Madrid (1855) aunque esto es bastante discutible si echamos un vistazo a la prensa de la época. Sea como sea, tras representarse en toda España y convertirse en ópera, se estrenó con excelente acogida en el Teatro Real de Madrid (1871). Esta evolución convirtió la zarzuela de Arrieta en una obra estructurada en tres actos (la zarzuela contaba con dos), con menos diálogos (algo que dificultaba la comprensión del libreto al no conocer el perfil del personaje con tanto detalle), añadidos musicales a los recitados originales, y creación de números o modificación de los que ya estaban (también se incluyó una sardana, un número bailable, que cerraba el círculo de una influencia francesa muy considerable). Esa influencia francesa quedó intacta con un coro esencial, con conflictos amorosos en el desarrollo de la trama, enredo y final feliz; con una presencia del ‘bel canto’ que Arrieta no ocultaba con un gran número de notas sostenidas, florituras y saltos en las líneas melódicas que obligaban, por ejemplo a las soprano, a llegar al escenario con una técnica depurada y un dominio del timbre importante.

En esta ‘Marina’, la dirección musical a cargo de José Miguel Pérez-Sierra es chispeante, evocadora o intimista dependiendo del momento. Acertada siempre y cuidadosa con los cantantes. Los problemas que presentó la soprano Sabina Puértolas (Marina) al comenzar la representación parecieron mucho menores gracias a ese cuidado del maestro al manejar la batuta. Y es que la señora Puértolas tuvo algún pequeño problema de afinación al comenzar su actuación (insisto, pequeño), cierto descontrol en el tránsito hasta los tonos más altos y un evidente problema de dicción. A medida que fue pasando el tiempo, la cantante estuvo más que correcta e, incluso, brillante en momentos puntuales. Lo de la dicción no se corrigió en ningún momento. La partitura es muy exigente y cualquier pequeño problema parece multiplicarse. Ismael Jordi estuvo muy bien desplegando su arco dramático y cantando. Este es un cantante que ha sabido asentar su voz a base de trabajo y una técnica trabajada con mimo. Por su parte, Juan Jesús Rodríguez encanto en la platea. Voz rotunda, grande y controlada en todo el registro. Rubén Amoretti sin altibajos y más que correcto.

Juan Jesús Rodríguez e Ismael Jordi. / Fotografía: Javier del Real

La puesta en escena es eficaz y, sobre todo, muy económica en su propuesta. No se puede ofrecer más con tan poca cosa. El escenario se aprovecha al máximo; el tránsito de cantantes, bailarines y figurantes se ordena y no se convierte en una molestia; y todas las aristas del libreto se superan con solvencia. El problema que mencionaba anteriormente sobre la peor comprensión por faltar algunos diálogos e intervenciones que se eliminaron en la conversión en ópera de la obra, se salvan mejor con una dirección inteligente y cuidadosa con los detalles que regala al público Bárbara Lluch.

He de resaltar un vestuario estupendo de Clara Peluffo Valentini por su sencillez, por su exactitud casi quirúrgica al dar forma a un universo como el que Arrieta quiso representar.

Al terminar, esperaba la ciudad algo más tranquila puesto que ya estaba a punto de echarse a dormir. Y el paseo fue mucho más agradable que el anterior. Sobre todo porque después de asistir a un espectáculo tan bien resuelto como esta ‘Marina’ todo se ve desde un prisma mucho más simpático.

G. Ramírez

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