Superar la primera entrega de
'El juego del calamar' era casi imposible. El efecto que se produjo envuelto en sorpresa
fue algo insólito que sólo un trabajo sólido y un punto de suerte logran
inesperadamente (el boca en boca funcionó como nunca antes lo había hecho). Ni
siquiera los aspavientos de los actores y actrices coreanos fueron motivo de
rechazo entre un público acostumbrado a otra cosa más cercana. ‘El Juego del
calamar’ supuso un alboroto en toda regla que con una segunda parte no parecía
correr peligro de verse superada. No ha sido así.
La segunda entrega de la serie no está mal aunque la sorpresa que vivimos con la primera, esta vez, ya no se produce como es lógico. Arranca con un primer capítulo que recuerda el origen de lo que se va a contar o coloca a los nuevos espectadores ante una situación disparatada que tiene mucho de crítica social, de crítica al capitalismo en concreto. El segundo resulta casi anodino y uno se remueve en el asiento presintiendo una catástrofe. Pero la hecatombe no llega puesto que, a partir de ese momento, la narrativa comienza a funcionar mucho mejor. Más violencia, más conflicto colectivo (esta es la gran diferencia respecto a la primera parte de la serie), personajes secundarios que dan lustre y color al conjunto y la construcción de una tensión narrativa que funciona con fortaleza. La puesta en escena, como ya ocurrió, una maravilla.
Nos sigue recordando todo esto a
'Perseguido', 'Los juegos del hambre' o, por supuesto, 'Battle Royale'. Pero
algo se ha modificado y hace que ‘El juego del calamar 2’, sin ser tan
sorprendente como la primera parte, funcione bastante bien. La interpretación de Lee Jung-jae
(personaje protagonista), siendo más plana que antes (ya no es un pobrecillo obligado a participar en un juego grotesco), supone un guiño a un
público no acostumbrado al histrionismo más exagerado. Gong Yoo (¿recuerdan al personaje que abofeteaba
a los candidatos en las estaciones de metro y les invitaba a participar?) toma
importancia y aporta un toque maligno a lo que sucede, indica que todo puede
ser mucho peor de lo que imaginábamos. El actor Hwang Jun-ho (este interpreta al hermano
del malo malísimo) da forma a una subtrama que no sé muy bien cómo va a
rentabilizar el guionista Hwang Dong-hyuk, pero que sirve de muelle para que la
trama no se empantane con una acción alocada (lo que sucede en la isla es una
auténtica locura y eso no puede mantenerse durante toda la entrega porque
dejaría de funcionar por excesiva, por reiterada o por absurda). Por cierto, Hwang
Dong-hyuk logra, con mucha habilidad, que los juegos nuevos se alternen con
otros conocidos para dar solidez al personaje principal. Las piezas encajan.
La sangre siempre gusta a los
amantes de… la sangre. Y en ‘El juego del calamar 2’ no falta. Y una violencia
dolorosa y extravagante. Es extraño, pero entretiene algo así. Y, más raro
todavía, provoca risas y gran alborozo entre los más fanáticos del género.
Somos así.
G. Ramírez