The Paramount Quartet: Abrigados por Joe Lovano y su banda
The Paramount Quartet. / © Rafa Martín |
Madrid. Tarde ventosa; pasada por una
lluvia, a veces fina, otras más grosera. Todo invitaba a buscar cobijo en el
Auditorio Nacional de Madrid. Y es que dentro del ciclo ‘Jazz en el Auditorio’
el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) tenía programado, para alegría de
todos los aficionados al jazz, el concierto de la banda The Paramount Quartet.
La expectación no era menor y el run run característico que se escucha antes de
un concierto en el hall del Auditorio ya anunciaba que algo grande o mágico podía pasar.
The Paramount Quartet es un grupo que está formado por cuatro músicos extraordinarios. Joe Lovano con su saxo tenor y sus clarinetes es garantía de buen jazz con arraigo en el territorio más clásico y, al mismo tiempo, más innovador del jazz actual. Resuena en su música la de Parker, Coltrane u Ornette Coleman. La calidad interpretativa de Lovano está fuera de toda duda desde hace ya muchos años. El guitarrista Julian Lage apuntó maneras desde que iniciaba su carrera musical y se ha convertido en uno de los músicos más sorprendente del panorama actual, en un guitarrista con una proyección que no parece tener límites. Lovano se fijó en él hace mucho tiempo y han terminado haciendo el mejor jazz posible unidos por una capacidad de improvisación inusual y un sentido musical despampanante. Santi Debriano, con su contrabajo, es garantía de solidez en la base rítmica de cualquier tema que se enfrente por parte de sus compañeros y junto a otro bracero de indiscutible calidad, el baterista Will Calhoun, dejan claro que la necesidad de una base rítmica solvente es imprescindible para que las cosas funcionen sobre el escenario.
El que escribe tenía muchas ganas de escuchar en directo a estos cuatro músicos, de comprobar si el resultado es tan bueno como cabía esperar y anuncian a voces desde cualquier lugar en el que The Paramount Quartet ha recalado. Y, desde los primeros compases, quedaba claro que, esta vez sí, la suma de cuatro músicos de enorme calidad da como resultado un cuarteto de enorme calidad, algo que no siempre se consigue puesto que las matemáticas no son tan infalibles en el territorio de los egos.
Julian Lage. / © Rafa Martín |
El concierto fue de menos a más aunque ya en el ecuador del espectáculo todo pareció saltar por los aires. Los ritmos más ancestrales, más africanos, más negros, se posaban sobre las tablas después de salir despedidos desde la batería de Will Calhoun que, con un sentido del swing sólido y casi abrumador, soportaba cualquier iniciativa improvisadora e inesperada de sus compañeros. Debriano aportaba la forma de entender el jazz más académica, la más cercana a la formación clásica y exquisita (los solos en los que también utiliza el arco son formidables y cuben de terciopelo cada corchea). Por su parte, Lulian Lage sumaba un fraseo incontestable con su guitarra, una capacidad improvisadora descomunal y los ritmos más cercanos al rock o, sorprendentemente, a la bossa nova que convertían el conjunto en algo especial, original y precioso. Lovano, a los mandos, nos contaba el mundo desde una perspectiva tan personal como hermosa, un prisma desde el que el universo se puede observar con rebeldía, con la posibilidad de convertir todo en una obra de arte. Sonaba buen jazz en el Auditorio de Madrid.
Joe Lovano y el baterista Will Calhoun. / ©Rafa Martín |
Por supuesto, la platea se
entusiasmaba un poco más con cada tema y terminó recibiendo la ‘propina’ de los
músicos con necesidad, sabiendo que el poso que dejan conciertos como este de
Lovano y su banda, son resistentes al paso del tiempo, a toda una vida.
Otro acierto más del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) que acumula muescas ganadoras con cada concierto programado.
Las calles de Madrid, tras hora y tres cuartos de concierto, esperaban tan hostiles como al entrar. Aire helado, humedad que se agarra con fuerza... Pero todo más llevadero que antes de entrar en la sala.
G. Ramírez
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