Brad Mehldau o cómo hacer magia potagia con un piano

by - febrero 07, 2025

Brad Mehldau. / Fotografía cortesía del artista.

Después de lo que se escuchó ayer en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, es difícil decir algo que pueda describirlo, que pueda ser reflejo fiel de la magia que produce la música en directo, la música interpretada por un artista formidable como es Brad Mehldau. Sea como sea, lo voy a intentar sabiendo que solo los cientos de personas que disfrutaron del concierto (la sala sinfónica no estaba llena del todo aunque había muy pocas localidades libres) podrán decir algún día que fueron testigos de cómo la magia se disfraza de fusa y puede reposar en cualquier rincón del planeta.

Brad Mehldau (Jacksonville, Florida) es el pianista vivo más completo de todos. Ya está dicho. Y aunque parezca una afirmación extravagante, no lo es. En la música de este hombre están los clásicos; están Bill Evans, Thelonious Monk o Chick Corea; están resonando los ritmos pop de The Beatles o de The Beach Boys; están los distintos lenguajes que se han ido acumulando a través del tiempo, fraseos que se adaptan a su particular forma de entender la música. Y, también, resuena el propio Mehldau puesto que es un artista capaz de reinventarse en muy poco tiempo agarrando lo mejor que logra en cada etapa para ir dibujando un universo propio, único y, que es este momento, imposible de superar por cualquier otro pianista.

Mehldau llegaba a Madrid para interpretar piezas de Gabriel Fauré y (en la segunda parte de concierto) temas propios con la libre improvisación como registro principal. Este concierto estaba programado dentro del ciclo ‘Fronteras’ el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) como concierto extraordinario.

El pianista interpretó cuatro nocturnos y parte del Adagio non troppo del Cuarteto para piano en sol menor, Op. 45, temas integrados en el trabajo titulado ‘Après Fauré’. Además del homenajeado Fauré (hace cien que murió el músico francés y este era el motivo de programar el concierto) sobre el escenario aparecieron Bach, Ludwig van Beethoven, el pop en un puñado de compases, todo lo que ha ido sumando Mehldau con los años, lo más moderno del panorama jazzístico. El concierto fue de menos a más en intensidad (la exigencia de la primera parte por concentrar un romanticismo que tal vez ya no se comprenda con facilidad lastraba un poco a los aficionados que, creo yo, estaban allí para escuchar más al jazzman que otra cosa) aunque ya cerca del final del concierto, a Mehldau le bastaba mostrar un pequeño dibujo construido con trazo fino y delicado desde su teclado para que el público pidiese con insistencia una propina más abundante. Cuando acabó de sonar el tema compuesto por Arthur Hamilton, ‘Cry me a river’ (un standard del jazz) los aplausos ya se habían convertido en la ovación del año. Brad Mehldau dejó bien claro quién es el que manda.

La música es magia. Y Mehldau es el mago que nos acerca a esa zona en la que la experiencia de escuchar se convierte en única e irrepetible. No hay nada comparable a la vista.

Ayer, después de las casi dos horas y medio de concierto, Madrid era una ciudad mucho más atractiva, mucho más acogedora a pesar del frío. Magia potagia.

G. Ramírez

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