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Fotografía de Sebas Muriel |
Carolina Durante no es una grandísima banda por la música que hace; Carolina durante es una maravillosa y excepcional banda por lo que consigue con la música que hace. El pasado 28 de febrero, en el Movistar Arena de Madrid (creo que ahora se llama así), se vivió uno de los momentos con más magia de los últimos años alrededor de la música. El público, convertido en parte fundamental del concierto, estuvo fantástico y se movió al son que marcaban desde el escenario: del salto y un baile enloquecido a la emoción apasionada o al grito fanático de miles de personas que abarrotaban un recinto que no todo el mundo puede llenar.
Carolina Durante ha evolucionado de forma drástica. De hecho, la diferencia entre los temas más viejos que sonaron y los del último trabajo son enormes. Ahora, estos jóvenes hacen una música más honda, más compacta, más anclada a una calidad que ya han convertido en marca de la casa los componentes del grupo. Si bien es cierto que el guitarreo es constante y sirve de hilo conductor, que el descontrol se impone en algunos momentos de cada tema y que falta camino por recorrer, el resultado final es robusto, contundente y, lo mejor de todo, emocionante. Y es que las quince mil personas que escuchaban a Carolina Durante estaban celebrando las miserias, que la vida puede ser una auténtica mierda, que el amor es un suplicio y que la sociedad actual no pone nada fácil el futuro a los jóvenes; aunque, sobre todo, que la amistad está por encima de todo eso, que la música es el motor insustituible para una generación que se siente perdida, que las madres están detrás de todo esperando para echar un cable. Sí, Carolina Durante baja a las bodegas llenas de miseria y arrastra a todos sus seguidores que saben percibir el desastre aunque lo bailan, lo cantan y lo lloran.
El concierto comenzó con dudas en
el escenario (convertido en una oficina impersonal, cutre y despojada de toda
belleza). Nervios a flor de piel. Pero todo fue a mejor, con un líder, el
vocalista Diego Ibáñez, que no escatimó esfuerzos. Hasta que la mesa de
monitores ‘murió’ y hubo que parar quince minutos. Eso sí, valió la pena
esperar. De regreso, los mejores temas y el disparate absoluto en la pista. Los ‘pogos’ se
multiplicaron convirtiendo el espacio en un lugar vivo, eléctrico, fascinante.
La masa humana se abría en diferentes puntos para formar círculos que, llegado
un compás concreto, se cerraban formando una pequeña marea humana que se movía
nerviosa. Desde la parte alta de la grada, el espectáculo era brutal.
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Fotografía de Ainhoa Laucirica |
La edad media de los asistentes
debía estar en los veinticinco o treinta años. El que escribe era, casi seguro,
el único con más de sesenta años cumplidos. Pero no faltaban hombres y mujeres
de todas las edades dispuestos a celebrar las losas que nos aplastan. Porque,
es verdad, la vida es lo que quieres que sea y si tienes que romantizar la
mugre, se hace y punto. Tras el aspecto áspero, ternura y fascinación. Tras la mirada perdida, ganas de vivir y salir adelante.
Voy a confesar algo. Escuchando ‘Hamburguesas’,
una de las mejores canciones que se han compuesto en los últimos diez años, me
emocioné absolutamente. Y es que hay que luchar por salir de los agujeros para
encontrarse con esas hamburguesas que tanto nos gustan, con el fútbol que tanto
nos arrastra y con las madres que tanto nos ayudan. Y a Sísifo que le den.
Carolina Durante ha dejado de ser
una banda de sala pequeñita, ha dejado de ser una banda a la que solo conocen
unos cuantos jóvenes. Carolina Durante se ha convertido en la referencia
musical de una generación que necesitaba salidas, respuestas y saber que la
belleza puede salvarnos la vida.
Locura de concierto.
G. Ramírez