After dark: Lo conmovedor de encontrarse
Quizá en época de exámenes, o en el campamento de verano; por culpa de un café muy cargado tomado a deshora, por amor o desamor. Casi todos hemos pasado una noche en blanco en la que recorrimos la casa en silencio, deambulamos por bares vacíos, intercambiamos confidencias con un amigo u observamos desde nuestra ventana las figuras humanas que pululan frente a otras ventanas, sin poder o sin querer dormir. Conocemos la sensación, sabemos que la noche lo envuelve todo con un misterioso velo de irrealidad que se hace particularmente tangible con la llegada de las primeras luces. Durante la noche somos más peligrosos y a la vez más accesibles, los sentidos permanecen alerta y los acontecimientos adquieren perfiles caprichosos, como las figuras reflejadas en los espejos deformantes de los laberintos de feria. No es tarea sencilla retratar la noche con palabras, captar esa mezcla de farsa y franqueza, ese aire denso y turbador. No es fácil, pero Haruki Mukarami lo consigue en After Dark.
La novela discurre entre las 23.55 y las 6.53, aunque la hora se nos facilita con menor precisión en un pequeño reloj analógico dibujado al inicio de cada capítulo. Ese recurso a la imagen explícita no solo no cede con el uso del lenguaje escrito, sino que se refuerza a lo largo de todo el texto, de modo que el narrador torna en cámara subjetiva a través de la cual el lector puede observar lo que ocurre con más nitidez que si ojeara el storyboard de una futura filmación. Tal y como suena, After Dark se ve; es una película hasta por la forma en la que se suceden los capítulos, dispuestos como en un montaje cinematográfico urdido con habilidad para convertirse en un elemento más al servicio de la historia. Aunque es obvio que otras muchas novelas evocan poderosamente el lenguaje cinematográfico (quizá el ejemplo más claro para mí sea El padrino, de Mario Puzo), en After Dark la novedad de convertir al narrador en una cámara que gira, se acerca y aleja, enfoca y desenfoca a voluntad, dota al texto de una extraordinaria originalidad.
Murakami utiliza además con envidiable destreza una prosa desnuda y enormemente precisa, sazonada con párrafos descriptivos muy breves pero altamente sugestivos y diálogos absolutamente magistrales en su sencillez y realismo. Ante el ojo indiscreto del narrador/cámara, los personajes se cruzan en una sucesión de azares vitales que en último término componen un mosaico rico, verosímil y profusamente musicalizado, porque esta peli tiene además su propia banda sonora, una selección muy cuidada de temas musicales que conviene conocer y que trabajan duro para reforzar el sentido de cada escena.
En After Dark ocurren algunas cosas, sí, pero no muchas. El relato comienza cerca de la medianoche, cuando Mari toma café, lee y fuma en soledad sentada a la mesa de un restaurante. Muy pronto la veremos charlando con Takahashi, un joven encantador que ensaya música con su grupo por las noches, y con Kaoru, la encargada de un hotel por horas que precisa de la ayuda de Mari. De vez en cuando, la cámara tiene a bien mostrarnos a Eri, hermana mayor de Mari y modelo profesional, que yace sumida en un sueño profundo, metáfora inquietante del aislamiento y la soledad en los que parece vivir como consecuencia quizá de su extraordinaria belleza, su principal, casi único, rasgo definitorio. Suceden cosas, sí, pero la noche de Murakami es auténtica y, precisamente por eso, no tiene argumento en el sentido clásico del término. El relato, agilísimo en su factura, da cuenta sin embargo de la lenta sucesión de unas horas que fluyen sin agenda, sin apenas planificación, teñidas siempre de esa extraña mezcla de peligrosidad e indolencia tan característicos de lo vivido en ausencia de luz natural. Dentro y fuera de sus casas, los que no duermen se acercan entre sí con desconfianza, deambulan sin rumbo, leen, se prostituyen, charlan, sueñan, sangran, juran. En la oscuridad, el mal se da sus mejores homenajes y los negocios son despiadados. Esa es la historia; un relato que se acaba, ¿o tal vez empieza? After Dark, justo cuando regresa la luz.
El año pasado, Murakami estuvo entre los favoritos para ganar el Premio Nobel de literatura pero, como es bien sabido, no obtuvo el galardón. No obstante, y pese a ser un autor muy premiado y mundialmente reconocido, parece que en su país natal, Japón, su obra es tachada peyorativamente de literatura pop, lo que supongo es de lo peor que se le puede decir a un escritor en el vetusto Imperio del Sol Naciente. Bromas aparte, en nuestro país la editorial Tusquets ha publicado la mayoría de sus obras con gran aceptación por parte de los lectores españoles. De After Dark, me gustan su modernidad y su aparente sencillez. Me gusta la literatura que indaga en la soledad, la alienación, la necesidad de amor, la violencia, la búsqueda de la propia identidad. Disfruto saltando de lo real a lo onírico y de lo onírico a lo real durante la lectura porque ya lo hice antes en esas otras noches de vigilia que todos llevamos a cuestas. Me conmueve el relato porque en él hay retazos de mi vida, de otras vidas que conozco, tal vez también algunos de la tuya. Leeré más títulos de Murakami porque para mí la literatura es eso. Buscar, pensar, reconocerme, encontrarte, entender. Disfrutar, llorar, reír, aprender, de nuevo entender. Siempre tratar de entender.
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