Antología de la poesía culterana

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No es necesario hablar aquí del culteranismo, un movimiento literario iniciado por Góngora en el siglo XVI, ni insistir en que sus características más acusadas convierten los versos en sujetos oscuros para el lector debido a los hipérbatos, la alteración del orden natural de la construcción de las frases; las metáforas que mutan el mensaje literario en un enigma, y la insistencia en los temas mitológicos, cuyas claves manejaban en la época las personas cultas y hoy casi nadie.
A pesar de todo esto, la poesía culterana influyó definitivamente en la construcción de nuestro idioma castellano y exhumó e inventó palabras que han pasado al vocabulario habitual y que nosotros hemos heredado con comodidad. El ejemplo está en Quevedo:

Poco, mucho, si no, purpurancia,
neutralidad, conculca, erige, mente,
pulsa, ostenta, librar, adolescente,
señas traslada, pira, frustra arpía.

La consolidación del lenguaje concebido como juego y divertimento de minorías.
Señala Ángel Pariente en su prólogo que apenas existen antologías similares, que muchos de los poetas culteranos han sido olvidados, opacados por Góngora, y que cuando son rescatados en alguna recopilación, lo son con poemas de otro estilo. De ahí el interés de ésta que es una muestra destacada del movimiento.
La guinda la ponen los críticos anti culteranos en sus impostaciones, como Lope de Vega (Conjura un culto…), o el mencionado de Quevedo (Quien quisiere ser culto en sólo un día), tremendamente divertidos gracias a su ingenio.
La base del pastel es, por supuesto, don Luis de Góngora y Argote, con De la toma de Larache, fragmentos de las Soledades y de la Fábula de Polifemo y Galatea.
Entre las capas hay de todo: autores con un solo poema, raramente publicados, como es el caso de Juan Bermúdez y Alfaro y su Narciso; clásicos como el Primero Sueño de sor Juana Inés de la Cruz; escritores incidentales, recordados hoy por otras cosas, como el conde de Villamediana, y hasta quince más: Francisco Antonio Bances Candamo, Gabriel de Bocángel y Unzueta, Jerónimo de Porras, o Pedro Soto de Rojas, entre ellos.
Un lector ignorante como yo hubiera necesitado un apéndice de anotaciones que ayudara en el desentrañamiento de tanto misterio y una edición menos básica, a la que por lo menos no se le desprendieran las páginas, aunque se comprende y se agradece el esfuerzo de sacar al mercado una obra así.
Hay fragmentos y poemas que se disfrutan por su propia sonoridad, por la belleza de sus composiciones, en otros se atisban las imágenes.
Comprenderlos totalmente requiere más de estudio que de mera lectura.

Calificación: Curioso e interesante
Tipo de lector: Estudiosos, estudiantes y aficionados a los enigmas
Tipo de lectura: Oscura
Personajes: Mitológicos en su mayor parte
¿Dónde puede leerse?: Requiere obras de consulta, luego mejor en la biblioteca o en casa