Creando vidas ajenas

KitiMánver(color)_©SergioParra

Kiti Mánver se encuentra en un momento artístico magnífico. Con su papel en Las heridas del viento logra emocionar, romper todos los moldes conocidos, conectar con un público que se entrega sin dudarlo desde el primer minuto de representación. Kiti Mánver es una de esas actrices que vive para y por el teatro, que necesita el escenario para continuar caminando. Porque es actriz sobre todas las cosas. Porque sabe que la realidad es mucho más brutal que lo que se cuenta sobre un escenario y necesita entender.

Kiti Mánver ha preparado un té exquisito. El salón de su casa es amplio y acogedor. Aunque la que logra que me sienta como en mi propia casa es ella. Kiti es vital, una excelente conversadora, casi traviesa al gesticular o al mirar. No hace falta que se suba a un escenario para que llene el espacio sin esfuerzo alguno, pero con esa delicadeza tan fina que cede un hueco cómodo al que tiene enfrente. Eso sí, hay que estar atento, porque tan pronto está sentada en el suelo como en el sofá o corre para buscar un proyecto que quiere que veas. Si hubiera sido boxeadora la hubieran tenido que llamar «el huracán malagueño» o cualquier otra cosa parecida a esas que se utilizan en el mundo del deporte. Comenzamos a charlar sobre lo que representa su profesión y desde cuando es así.

«Yo no tengo la sensación de haber empezado en un momento concreto. Con tres años pude ver a través de un cierre, desde la calle, una clase de baile flamenco. Un hombre con una vara que golpeaba en el suelo, faldas al vuelo. Esa es la imagen que me ha acompañado desde siempre porque me impresionó muchísimo. Y nunca he tenido la sensación de ser profesional o amateur, de comenzar mi carrera en una fecha determinada; he creído pertenecer a este mundo del teatro desde que pude ver aquella clase de baile, aquellas chicas expresando lo que sentían. Es verdad que, con 16 años, José María Morera me hizo una prueba para interpretar un papel en Rosas Rojas Para Mí de Sean O´Cassey y le gusté. Ese fue mi debut. La escenografía la hacía, nada más y nada menos, que Francisco Nieva. Fue él quien me recomendó para hacer la protagonista (pequeña) en una película de Jordi Grau y acompañando a Fernando Rey. Todo un lujo».

El repaso a su carrera es extenso. Teatro, cine, televisión, radio. Algo que está reflejado en su web. Me dice que está muy orgullosa de haberla creado ella misma, sin ayuda. La dirección es http://kitimanver.com/.

«Soy una mujer de estos tiempos y me voy adaptando a lo que toca. Por ejemplo, profesionalmente, necesito del teatro para vivir, si no tuviera un escenario para actuar me encontraría perdida; forma parte de mi propia existencia. Creo que yo no sería actriz si no hiciera teatro. Pero hacer cine y televisión (que me encantan) es lo que se necesita hoy en día para que vayan a verte al teatro. Si a la gente le resulta familiar tu cara van a verte con más facilidad. No hacer multitud de cosas es como no utilizar un ordenador. Así están las cosas».

Inevitablemente, comentamos el trabajo que está haciendo en Las heridas del viento. Le hablo de lo impresionado que salí de la sala, de lo creíble de su actuación. De lo complejo que me parece interpretar a un hombre siendo mujer.

«Con este trabajo he dado un paso adelante. Me inmolo como mujer, sin aspavientos, sabiendo que estoy haciendo algo bueno y que se está haciendo bien. Tal vez sea la edad que tengo, tal vez haber perdido a mi pareja. No lo sé. Lo importante ya no es lo superficial, ni la postura, ni salir guapa en la foto. Lo importante es eso que te hace avanzar hacia un lugar que no sabes muy bien dónde está, transitar un camino que solo existe si tratas de ser auténtica y apuestas por la verdad de lo que haces.

Me encuentro en un momento estupendo. Tengo la ilusión renovada por hacer cosas nuevas, por seguir adelante a pesar de la situación. Una actriz deprimida tiene menos posibilidades. Yo, gracias a este paso adelante que he dado con Las heridas del viento, he perdido el miedo a la situación que tanta pobreza está volcando sobre el mundo de la cultura. Cuando no hay dinero se debe acudir a la esencia del teatro, a lo auténtico. Y eso no puede fallar. Lo que sucede es que el riesgo es grande, hay que cargarse de paciencia y apostar todo lo que eres para sacar adelante el proyecto. Y, respecto a la dificultad de interpretar a un hombre, tengo poco que decir. Al fin y al cabo todos tenemos un lado femenino y otro masculino. Lo que quizás ocurre es que escondemos una de las partes y eso nos hace creer que es más complicado hacer de hombre siendo mujer o al contrario. Mira, Gabriel, cuando empiezas un trabajo tienes la sensación de no haber hecho nada antes. Tienes que crear una vida que no es la tuya; sabes que tendrá algo tuyo, pero que no puedes estar como persona. Es necesario comprender al personaje. Lo demás forma parte de la técnica, del oficio».

Hablas del teatro como algo terapéutico, le digo mientras se levanta a por agua.

«Es que lo es. Anda que no se han curado locuras, depresiones y no sé cuántas cosas más haciendo actuar a la gente. Es bastante milagroso el asunto. Espiritualmente tiene un valor incalculable. No hay que olvidar que el teatro es un rito, más antiguo que cualquier otro, incluido el religioso que conocemos en la actualidad. Debe ser que, por eso, los cómicos somos muy creyentes. Sabemos que hay algo cósmico, energético, que es fundamental. Creemos en las personas».

Caminas por el mismo alambre que comenzaste a recorrer con dieciséis años ¿no?

«He tenido mucha suerte en mi carrera. Las carencias y las cosas que quedaron atrás sin hacer, pesan menos que lo que he conseguido. Creo que he sido precavida al reciclarme siempre que he podido porque si un cómico no se recicla está condenado a imitarse a sí mismo».

Nos despedimos. Es curioso que, después de tantos años hablando con escritores, con los cómicos, con gente de los distintos ámbitos culturales, dejara atrás a Kiti Mánver mientras podía sentir lo mismo que durante esos primeros tiempos en los que empezaba con todo este lío. La emoción de hablar con los grandes.