El catcher en Normandía
La última biografía de Salinger revela detalles como que el escritor continuó con su producción literaria hasta el fin de sus días, y otros curiosos como el que cuenta que el manuscrito de El guardián entre el centeno le acompañó durante su participación en el Desembarco de Normandía.
«Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es» cómo surgió. Todo ese rollo de cuando decidí que iba a escribir este artículo sobre un tipo huraño, uno de esos escritores de culto, raros y herméticos. Pero la verdad es que no tengo ganas de extenderme mucho en esas gilipolleces. Aún así tengo que hacerlo, para justificar esta forma de escribir, esta voz, que no es la mía, sino una burda imitación de la del propio Salinger. O más bien la que Salinger adoptó para meterse en la piel de su personaje.
Estaba viendo en la televisión un documental sobre el Desembarco de Normandía. Uno de tantos, pero uno bueno, con imágenes reales. El narrador contó que uno de los soldados que participó en la operación era Jerome David Salinger, el autor de El guardián entre el centeno. Y también contaba que llevaba el manuscrito de la obra en la mochila. Sentí vértigo. Me interesa todo lo que tenga que ver con esa obra, imprescindible en la literatura del siglo XX. Quizás debería contar que me interesa todo lo que tiene que ver con John Lennon. Y aunque la novela de Salinger fuera una mierda, el hecho de que el asesino de Lennon la llevara encima cuando fue detenido, ya me habría hecho interesarme por ella. También me interesa todo lo que tiene que ver con el desembarco en Normandía. Es el día en el que la historia comenzó a cambiar el rumbo que la dirigía a las tinieblas del mal y todo ese follón.
Me imaginé a Salinger en la lancha, llegando a la playa de Utah. Recordé las célebres imágenes que Robert Capa había tomado en la de Omaha. Me encanta la atmósfera de sórdida tragedia de esas fotos. Pensé en Salinger agachado entre los mamparos de acero. Salpicado por las olas. Con los nervios atenazados por los disparos de las ametralladoras nazis. Me metí en su mochila con la imaginación. Vi el manuscrito, entre latas de sardinas, paquetes de tabaco y cananas de balas. Pensé en que la tinta de esos siete capítulos que sólo llevaba escritos podría haber acabado diluida en las aguas del Canal de la Mancha, y en la propia sangre de su autor.
Como les iba diciendo, estaba viendo un documental. Le conté a mi mujer que, en realidad, lo de Utah era un nombre en clave para una playa cerca de Poupeville. Ella ya lo sabía. Le dije que tenía que escribir sobre esa historia del manuscrito de The catcher in the rye en Normandía. Me encanta el título en inglés. Siempre me acuerdo de esa canción de Billy Joel en la que lo menciona entre los acontecimientos más importantes del siglo XX y todo ese rollo. Salinger habla del catcher en la novela como el catcher del béisbol. Nada que ver con un guardián. Recordé entonces que el coordinador de esta revista me había dicho que quería hacer un especial sobre arte, cultura y fuerzas armadas. Ahí tenía que estar mi artículo sobre Salinger en Normandía. Le llamé.
—Gabriel. Aprovechando el dato de que Salinger llevaba el manuscrito de El guardián entre el centeno durante el Desembarco de Normandía, quiero escribir sobre novelas que se escribieron en parte durante las horas de calma en el frente. ¿Te mola?
—Mola, así que al tajo. — contestó.
Gabriel Ramírez es un tipo culto. Y yo no tengo la necesidad de hacerle la pelota ni ninguna de esas gilipolleces. Pero es que es de verdad un tipo culto, que se entusiasma con las buenas ideas. Yo tenía una buena idea. Y cuando se entusiasma, no lo dice con párrafos largos, sino con frases cortas y contundentes. Mola, así que al tajo. Como escribía Salinger. Como hablaba Holden Caulfield. Como escribo yo ahora esta historia sin mi voz, sino con una burda imitación de la del escritor americano. «Soy el mentiroso más fantástico que puedan imaginarse», decía también Caulfield.
Me puse a leer sobre Salinger esa misma tarde. «Hay cosas que cuesta un poco recordarlas», pero recordé que el año pasado se había publicado una biografía sobre el autor. La busqué, y me encontré con que Seix Barral ya la había publicado en España. Más de setecientas páginas. Veintisiete euros. Escribí a la editorial. Me mandaron material para documentarme, y descubrí a un Salinger aún más misterioso en esta biografía definitiva.
Tengo poco más de seis mil caracteres con espacios para contar esta historia. Así que he decidido no hablar ahora de otras novelas nacidas en las trincheras. Puede que proponga una serie de artículos sobre ello. Para éste, me basta con Salinger. Me ha podido el personaje. He comenzado a leer de nuevo El guardián entre el centeno. Por eso escribo así este artículo, por eso incluso plagio algunas de las frases con las que arrancan sus capítulos. Son todas las que están entrecomilladas en este artículo. «Esto es todo lo que voy a contarles». Yo no escribo así. No es mi voz. Es un problema. Cuando escribo, me dejo atrapar por el estilo de lo que estoy leyendo en ese momento. Por eso, cuando escribo ficción, trato de leer sólo el periódico, o algún ensayo y todas esas cosas.
Leyendo sobre Salinger, me ha llamado la atención que estuvo asignado al servicio de contraespionaje aliado. Antes de la guerra, había estado aprendiendo idiomas en Austria y en Polonia. Vivió con una familia judía, y se enamoró de la hija. Murieron todos en campos de exterminio. También me llamó la atención que mantuviera una relación con Oona, la que sería después esposa de Chaplin. También que Salinger participó en la liberación de París, y que allí conoció a Hemingway. Volví a imaginar el manuscrito en la mochila, mientras estrechaba la mano del corresponsal. La guerra y toda esa mierda le impactaron tanto que tuvo que ser hospitalizado en Nuremberg, cuando era otra vez espía. Y que fue entonces cuando se transformó en algo parecido a un sociópata. No quería ser reconocido, y que sólo salía de su casa para recoger la correspondencia una vez por semana.
Pero una de las cosas más importantes que cuenta la nueva biografía de Salinger es que Salinger siguió escribiendo. Lo hizo hasta poco antes de su muerte. Y puede que sea verdad o puede que sea una estrategia de marketing de las editoriales y todo ese follón, pero parece que dejó instrucciones para publicar cinco novelas inéditas a partir del año que viene. Tal vez yo también vuelva a escribir sobre Salinger cuando lea la primera de ellas. Tal vez le vuelva a copiar toscamente la voz.
@oscar_gomez
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