El francotirador paciente

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Arturo Pérez-Reverte nos obliga en <em>El francotirador paciente</em> a lanzar una mirada sobre el arte urbano, nos transmite su filosofía y su cultura, atisbamos sus tácticas de guerrilla, entendemos su proceso y comenzamos a mirar esos nefastos grafitis que nos acosan en las calles de nuestras ciudades en su auténtica dimensión creativa.

Es cierto que el escritor está más ocupado en pergeñar una jerga con veleidades de conocedor, que de componer una narración de profundidad. También que es bastante tramposo porque su narradora nos engaña escondiendo burdamente sus ases en la manga. Tampoco esa voz femenina nos resulta demasiado creíble, quizás porque nos acerquemos a la lectura conociendo a su autor y por eso no nos extrañe su dureza emocional y su extraño proceder intuitivo escondido bajo el signo del lesbianismo.

Pero todo lo perdonamos por el entretenimiento que consigue con su escritura sugerente, con sus puestas en escena cinematográficas, con singulares ocurrencias de anécdotas; más que por la creación magistral de una atmósfera de thriller que se mantiene bien, hasta que el final nos resulta desconcertante y hasta pobre. No hay que desdeñar, por otra parte, el proceso de investigación y acercamiento que el autor ha hecho con seguridad al mundo de los grafiteros.

Suponemos que es la novela que todos los lectores de Pérez-Reverte, que son muchos, esperan con expectación y pensamos que no debería defraudarlos.

Calificación: Bastante pobre.
Tipo de lector: Fans del escritor.
Tipo de lectura: Entretenida.
Argumento: Convencional.
Personajes: Bastante planos.
¿Dónde puede leerse?: En un banco de cualquier plaza urbana.