En el café de la juventud perdida
El título de esta novela está arrancado de una cita de Guy Debord que es el epígrafe del libro. La cita contiene exactamente este sintagma que hace de título, pero además la palabra «melancolía». Y a esa palabra, como también le sucede a una mariposa de sueño, se parece esta obra de Patrick Modiano.
En el café de la juventud perdida es una novela relatada por diferentes narradores. El primero de ellos nos avisa que es uno de los tantos personajes de la historia y por ende, uno de los tantos que frecuentaba el café Le Condé. Ya ha pasado mucho tiempo de aquel París de los años 60, sin embargo, este narrador-personaje rememora un pasado que también es el suyo propio pero que tiene una figura femenina misteriosa que es la excusa para recapitular la vida: Louki.
Louki es el personaje-engranaje de todas las narraciones; es la columna vertebral que las sostiene. Todos hablan de Louki y Louki también habla: es una de las narradoras de esta novela. Louki habla de su propia vida mientras que los demás hablan de ella, aunque por supuesto también hablan de la propia pero a través y en relación con ella. Sí, Louki es un punto de partida y de llegada de todas las narraciones que dan cuerpo a esta novela. Louki es ese Eterno Retorno que tanto obsesiona a uno de los personajes-narradores, a Roland, el hombre que Louki eligió para abandonar a su marido, dejar de llamarse Jacqueline Delanque y pasar a otro distrito de París y a llamarse Louki.
El tema espacial es fundamental en la novela. París se delimita y se detalla. El Sena como la línea divisoria: la orilla izquierda (la Rive Gauche), la orilla derecha; tal vez, otra columna vertebral, igual de líquida que Louki, quien se escurre en su fluir y carece de la consistencia de lo sólido. Los diferentes distritos, el sur, el norte, Montmartre y Montparnasse. Los bulevares y los cafés. Y los bohemios habitando ese espacio, siempre ellos en movimiento, incapaces de imaginar que en un futuro (en el presente de la narración) se hallarían buscando o necesitando puntos fijos para recapitular o comprender una historia (la propia, por supuesto, siempre es la propia, aunque se disfrace de Louki) que se basó en puntos de fuga.
El segundo narrador-personaje es el que podría acabar con esta fuga, porque es un detective. Pero es el no-detective. El detective que una vez que encuentra a la persona que su cliente le ha encargado que busque (Louki, naturalmente), decide no delatarla porque él también habita mucho más el mundo de las fugas que el mundo de los encuentros. Es la paradoja del detective, capaz de pronunciar que «lo mejor, por supuesto, es perderse de vista definitivamente».
Por su época y ambiente es, con obviedad, una novela sobre la liberación. Cuando al primer narrador-personaje (el más anónimo pero el que, al igual que Louki, también organiza el conjunto de las narraciones aunque él de manera más circular y ella más transversal, a pesar del innegable Retorno) otro narrador-personaje (concretamente Roland) le da un consejo, le dice: «Corta amarras». Esto, que se cuenta hacia el final de la novela, resignifica lo que el primer narrador dice enseguida, en la página 27: «Si pasaba mucho tiempo en Le Condé era porque quería que me dieran ese consejo de una vez para siempre». Ese consejo y no el contrario, por supuesto.
Esta fue la búsqueda de ellos: librarse, que es igual a irse hacia otros horizontes («horizonte» es una palabra muy propia del mundo de Modiano: Louki está leyendo una novela que se titula Horizontes perdidos; Patrick Modiano publicó otra novela, posterior a esta, que se llama El horizonte; y por los demás valores menos literales también). Y ahora, en el presente, ya viejos, necesitan volver. Ahí reside el germen de la melancolía a la que, como también le sucede a una juventud perdida, se parece esta novela.
Calificación: Excelente
Tipo de lectura: Profunda
Tipo de lector: Sensible
Argumento: En el París de los años 60, un grupo de bohemios se reunía en el café Le Condé. Entre ellos, Louki, una mujer misteriosa, que vive rehuyendo
Personajes: Bohemios del París de los 60
¿Dónde puede leerse?: En cualquiera de las escaleras de Montmartre
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