Estrategias de la desobediencia
El CAAC acoge hasta el 11 de Octubre la exposición Risas en la oscuridad de la artista sevillana María Cañas, inscrita dentro de la sesión expositiva Mal de archivo. Vídeo, collage y objetos se alternan en una muestra donde la apropiación y reasignación de significados intenta reflejar, criticar y subvertir, nuestra realidad social y tecnológica de forma irreverente, violenta y, en definitiva, transgresora.
María Cañas (1972, Sevilla) posee ya un recorrido a sus espaldas como artista del desorden, en combate perpetuo contra el pensamiento dominante y sus formas de difusión. Cañas es una agitadora que nos muestra la realidad que conocemos, o al menos intuimos, desde una perspectiva repleta de ironía y feroz crítica, cuya estética bascula entre la compleja sensualidad de la imaginería barroca y una sencillez de origen dadaísta filtrada por el Doityourself más punk. La amplia muestra que ofrece el CAAC reúne un grupo de 13 piezas audiovisuales y 163 collages, con los que la artista pretende extrapolar las idiosincrasias y esquizofrenias locales de su Sevilla natal a un imaginario global cada vez más fugaz, que se reproduce caóticamente desde la virilidad de ese lugar donde la realidad se ficcionaliza y las ficciones acaban deviniendo reales, y que llamamos internet.
La exposición recoge gran parte de la producción videográfica más reciente de la artista y obras que vemos por vez primera (Risas en la oscuridad, La mano que trina, Al compás de la marabunta y Al toro bravo échale vacas). Todas ellas hacen de la apropiación y el foundfootage su razón de ser, planteando un honesto ejercicio de reciclaje muy pertinente en nuestro tiempo, ya inundado de imaginarios que nacen del caos visual y se multiplican incontrolablemente. Y sin embargo el ejercicio de apropiación en Cañas nunca es puro, sino que se gestiona en la mezcla, la contaminación, en el sentido menos superficial y más específico del collage, ese que le otorga la capacidad de reasignar significados. Podemos apreciarlo fácilmente en Kiss the Fire y otros vídeos proyectados en la misma sala, donde la pantalla se vuelve doppelganger fagocitador, un espejo fiel en su alteración inquietantemente persuasiva de nuestra realidad bajo una pesadillesca y romántica puesta en escena. También en sus collages más ortodoxos encontramos, no solo mezcolanza visual, sino iconoclasta: la mística folklórica y la tradición andaluza conviven con iconos de Hollywood o el pop, lo bello y lo monstruoso van de la mano, y todo ello recorrido por una presencia de la muerte que los sobrevuela en forma de cráneos y de una violencia latente en cada imagen.
Risas en la oscuridad nos propone, pues, un recorrido por el detritus visual que nos rodea en piezas que muestran nuestra condición de homo visibilis de forma tan divertida como inquietante, aspecto fundamental este en la obra de Cañas, para quien, como el propio título de la muestra indica, la dramaturgia existencial habita escondida en la carcajada (y viceversa), algo que en ocasiones solo la vuelve más terrorífica. Dan fe de ello algunos de los momentos de ese documento-collage-experimento titulado Se villana, la Sevilla del diablo, que muestran inocentes niños sumergidos prematuramente y hasta el tuétano en cada una de las tradiciones más arraigadas de la capital andaluza, resultando cómicamente siniestros.
Otros de sus vídeos, algunos presentados en forma de instalación, casi parecen una versión documental, avantgarde y de bajo presupuesto de la magnífica serie británica Black Mirror, escenificando serias dudas ante los profundos cambios que la tecnología imprime en nuestra socialización, como si el abrazo conforme con todo lo que llega o está por llegar fuese igual de peligroso que el férreo marcaje de las tradiciones. Para Cañas encender la pantalla de nuestros dispositivos digitales es abrir una ventana mediatizada al mundo, que puede resolverse en una forma de estar y ser apacible e inocua o, como ella parece reivindicar, incómoda y subversiva, aunque -quizás sea esto lo que más autenticidad otorga a estos films realizados sin cámara- su gesto se intuye también natural y cómplice con la generación de Youtube, que parece provocar el mismo profundo rechazo e inevitable encantamiento en la artista. En cualquier caso lo que estas piezas nos ofrecen es un directo y conciso golpe contra el estado de las cosas, reclamando una táctica de guerrilla audiovisual que pretende contener la dictatorial presencia de la estupidez mediática como eje de todas las cosas.
Un paseo por Risas en la oscuridad muestra a Cañas como creadora de raza, cuyo trabajo está íntimamente ligado al contexto en que surge, ofreciéndose como una obra de urgente presente que analiza y deconstruye la perenne influencia del pasado y refleja una necesidad imperiosa para la cordura vital de las próximas generaciones: la conveniencia de apropiarnos de las imágenes que nos rodean antes de que las imágenes se apropien de todos nosotros, de mantenernos críticos cada vez que nos sumerjamos en el placentero líquido amniótico digital que pretende acomodarnos, como indefensos bebés, en una existencia que cambia y se deforma cada vez más deprisa.
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