Experimentar con las convenciones sin ningún temor
Capman se compone de siete músicos con ideas variadas, que dan forma a un repertorio musical difícil de encasillar. El pop, el jazz o el rap se funden y separan en cada una de sus composiciones. Es el juego de experimentar con la música, ligada a letras expresivas, parientes cercanas de la poesía. Su último trabajo, Mucho amor, abre las puertas a la intimidad más natural.
Hacemos música para que nuestros días sean mejores. Esa es la premisa, y se centran en cumplirla desde el primer acorde. Capman no es más que el nombre bajo el que se agrupan siete artistas que no buscan sonar a esto ni parecerse a aquello. El objetivo primordial es transmitir, tocar el alma, y para ello se valen de las palabras fundidas con la música. Existe una moda reconocible de querer desprenderse de etiquetas, de evitar caer en la casilla de un género musical establecido con sus propias reglas y características. Podría decirse que Capman mantiene parte de esa actitud, la de apartarse de géneros cerrados, pero lo hace de manera indirecta. Lo consigue a través de anteponer sentimientos a sonido, sensaciones a estilo, situaciones a convenciones. Ninguna de sus canciones suena similar a otra, ese no es el objetivo. No hay una pauta cerrada en sus trabajos, porque su visión de la vida no es uniforme. Es más bien tan amorfa como el título de una de sus últimas composiciones.
Las raíces de Capman hay que buscarlas en otro apartado del amplio terreno artístico; concretamente, en el del teatro. En el 2007, Nacho Aldeguer (compositor y cantante en esta banda) y Héctor García (guitarrista) se conocieron entre bastidores en una representación teatral. De ahí surgió el proyecto musical en el que han trabajado hasta ahora. Ninguno de los dos buscaba un identificador musical concreto, sino crear algo que los llenase tanto a ellos como a quien quisiese escucharlos. Y sus propósitos fueron evolucionando. En la actualidad, a estos dos artistas los acompañan Mario Marzo (piano y coros), Gabri Casanova (a los teclados), Marino Garcimartín (saxofón), Tomás Merlo (bajo) y Diego Hernando (a las baquetas). Una formación numerosa, que dota de esa heterogeneidad tan buscada cada trabajo que se proponen sacar adelante.
En 2010 publicaron su elepé Lecciones de vida, con doce canciones que difícilmente podrían guardar una relación de musicalidad más dispar entre ellas. En este álbum se destapa la debilidad de Nacho Aldeguer por el rap, de la lírica bien arropada por instrumentos musicales. Temas como Sé borracho o Freestyle son buena prueba de ello. Sin embargo, este mismo trabajo recoge piezas como Never mean to hurt you, donde el rastro del hip hop se funde sin miedo con el swing que marcan el saxo, los teclados e incluso una flauta. Más de lo mismo en Sorda, que a la vez se envuelve en un ambiente totalmente diferente al del tema anterior. Es posible reconocer a Capman, pero no por un patrón inamovible en sus canciones. Lo es por el fluir natural de las historias que las letras recrean, en sintonía con la banda sonora que nace de la aleación entre la garra del saxo, la tersura de los teclados, las bases impuestas por el bajo y la batería o el acompañamiento de la guitarra. Y, sobre todo esto, por la capacidad expresiva de su front man. Tener por cantante a un actor (que se prodiga sobre todo en doblaje) aumenta las probabilidades de que la interpretación sobre el escenario no se quede fría. En este caso en particular, se demuestra. Más que una actuación, uno tiene la impresión de estar ante los amores, desamores y pensamientos de una persona con la que ha conectado. Sus inquietudes, su visión de la vida, pasan a ser las de uno mismo.
Este año, Capman ha editado un ep compuesto de cinco canciones, que forma parte de un proyecto a largo plazo; publicar cuatro trabajos de estudio, con seis meses de espacio entre cada uno. Aseguran así una continuidad, un flujo regular de nuevas experiencias. Mucho amor, título del primero de estos discos, deja a un lado el peso del rap. Como es costumbre, el grupo vuelve a experimentar. La naturalidad y la sencillez predominan en cada de uno de los cinco temas, alcanzando un nivel notable de intimismo en Amorfo (canción que poco a poco desgarra una historia de amor que ha llegado a un difícil punto y final), o jugando a crear un himno actual con Una buena persona, un grito que intenta destronar el ego tan arraigado en la sociedad contemporánea. En todo caso, el único rasgo en común que se puede encontrar en cada una de estas cinco nuevas canciones es el empeño por alejarse de un efecto de perfeccionismo. Fuera melodías regulares, fuera estructuras cerradas. Si lo necesario para llegar a un punto álgido de expresividad es retrasar la cadencia de la voz, o del saxo, se retrasa. Y no hay discusión que afrontar. Ese es el espíritu experimental de una banda que a veces suena a jazz, otras a rap, y otras a pop.
A pesar del carácter mediático de algunos de sus componentes, el grupo no entremezcla los diferentes apartados artísticos para auparse a lo alto del panorama musical nacional. En sus conciertos, son ellos los primeros en disfrutar, lo que facilita que su público termine haciendo lo mismo. Su agenda no rebosa todavía fechas de actuaciones sin descanso, y eso hace que las que hay cerradas cobren más valor. Poco a poco, con mucho amor, el grupo continuará su exploración única de la música, la poesía y la visión de un mundo que abriga a millones de personas que, a fin de cuentas, no son tan diferentes entre sí. Escuchar a Capman hace pensar en eso. Y, posiblemente, sus próximos trabajos seguirán caminando por esa línea que, en realidad, no tiene trazos definidos.
Comentarios recientes