Génesis

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Relata el Libro del Génesis la creación de un mundo y su destrucción mediante la catástrofe diluvial. Sebastião Salgado crea con esta nueva Génesis un arca llena de imágenes para salvarlas en un planeta exhausto. Que queden como testimonio de lo que había. Porque parece que ya nada, acto artístico ni conciencia alguna, pueda detener el desastre. Que las vean nuestros hijos y recuerden lo que no pudo ser. Que sepan lo que no supimos conservar para ellos.
Somos pesimistas. El ser humano está provocando la destrucción de la morada común con la explotación desaforada de sus recursos naturales, provocando la extinción de las especies, extendiendo el monocultivo de la globalización social, alterando los sistemas climáticos que habían hecho de este planeta de la tierra y el agua un invernadero donde triunfaba la vida. Hoy, por primera vez en la historia del planeta, los espacios naturales comienzan a ser la excepción y no la regla para una humanidad doliente que el artista había retratado ya en sus series Trabajadores y Éxodos. Ahora dirige su mirada sobre los grandes espacios naturales que aún permanecen vírgenes pero que no debemos olvidar que están acosados por la actividad humana. Así Salgado viajó durante ocho años para fotografiar los lugares más remotos de la Tierra. Las islas Sandwich y el archipiélago de las Malvinas, el delta del Okawango, la meseta y los valles del río Colorado o la península de Kamchatka.
Son doscientas cuarenta y cinco fotografías en blanco y negro. Épicas, poderosas, que relatan el mundo en ausencia del hombre muchas de ellas, porque los únicos que aparecen están llamados a extinguirse con el progreso, sin abandonar la poesía de una existencia acomodada a esa madre cruel y protectora. Algunas están encerradas en la mágica intimidad de la cámara, otras, por el contrario se abren desde el cielo y lo abarcan todo. Los horizontes son dramáticos. El artista tira en digital, con una Canon EOS-1Ds Mark III adaptada para ver con una trama de 645, posteriormente su laboratorio especializado en París lo pasa a negativo de película que se revela e imprime sobre papel de plata. Nunca usa el ordenador en su tarea. Génesis es así el resultado de descartar casi diez mil fotogramas. Un minucioso trabajo técnico, fruto de muchos años de experimentación.
En Los confines del Sur están los hielos de la Antártida cubiertos de pingüineras, los santuarios de ballenas de la península Valdés, los leones marinos y los petreles, su característica es una infinita desolación. El blanco y negro de los retratos redimensiona las imágenes, las grandes perspectivas atrapan la atención del visitante. La Amazonia y el pantanal son los reinos de la vida y de la muerte, los ríos negros que arrastran las materias orgánicas; dramatizados por la fotografía sin colores se secan como si ya  hubieran dejado de existir. Las últimas tribus y sus extraños rituales se esconden en el interior de las selvas, en Venezuela y en Brasil.
Cubiertos por las nubes perpetuas, solo los grandes rebaños de caribús y de renos, nada más que sus compañeros pastores, afrontan las nevadas soledades de Siberia y de Alaska, son Las tierras del Norte. Bajo el epígrafe de Santuarios se abre una ventana al pasado, a los pueblos ancestrales anclados a la vegetación en Papúa, animales primitivos como las tortugas gigantes y las iguanas marinas de las islas Galápagos, a las formaciones minerales de Madagascar.
Hay también en este trabajo de Salgado un fondo de investigación etnográfica que lo vincula con el resto de su obra, está en las tribus de los confines de Etiopía que ya recogiera Leni Riefenstahl. En África se han capturado las más llamativas imágenes de animales y de desiertos. La editorial Taschen ha producido un libro de gran formato que recoge todas esas instantáneas en una edición limitada de coleccionista. Los hilos conductores que guían el recorrido son los conceptos de lo primordial y lo hostil. Una naturaleza y unos seres primigenios encerrados en un marco de una belleza estremecedora.
Sebastião Salgado nació hace setenta años en el estado brasileño de Minas Gerais, ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1998. Dice sentir que solo hay una raza humana. Que somos los mismos –quiere decir- los trabajadores de las minas de oro de Serra Pelada, congelados por él mismo en su condena, y los que visitamos sus exposiciones o adquirimos sus libros en las metrópolis. Que las mujeres que se cubren con ese oro maldito en las portadas de las revistas de moda que publicitan su arte. Y lo terrible es que tiene razón. Los mismos.