KORDA: FOTÓGRAFO DE MODA A LA ALTURA
El Museo Cerralbo, situado en la madrileña calle de Ventura Rodríguez nos lleva transporta a los 60 y a la Cuba de hoy y de siempre. Hasta el 6 de septiembre y dentro de las actividades de Photoespaña. Su protagonista fue un autodidacta del oficio fotográfico que cultivó con gracia y donaire el género del retrato femenino.
Alberto Díaz Gutiérrez (1928-2001), también así conocido, es un ejemplo nada dispar de lo que supone PhotoEspaña 2015. Cubano de nacimiento, su fotografía Guerrillero heroico, del Ché Guevara es la imagen más reproducida en sus diferentes formatos de nuestra historia visual. Ahora bien, confesó que su afición por el medio le viene de querer retratar a bellas mujeres, siendo éste el nervio angular de su trayectoria.
Ana Berruguete nos hace volver la vista atrás en esta bella exposición de un fotógrafo que aprendió la técnica de forma autodidacta, siendo su particular mirada sobre la mujer lo que le hizo único. Sabiendo que dependía de las modelos profesionales, hizo posible cambios de rumbo en los vaivenes habituales caracterizados por horas de sesión en estudio, para conseguir la pose publicitariamente perfecta. Esta exposición se para dentro del devenir del marketing, para mostrar su obra más personal que, sin embargo, es inevitablemente viciada a la hora de buscar ese ideal que tanto le obsesionaba. En este sentido, trabaja con el retrato simbólico y atemporal. Igualmente, podemos decir que Korda fue fotógrafo hasta cinco meses después de su muerte en París, con una última sesión en Sao Paulo que aquí se recoge y que es digna de mención. Su archivo de imágenes fue intervenido en 1968 y en la actualidad sigue en vías de recuperación por parte de su hija primogénita Diana Díaz y su amigo Reinaldo Almira.
La exposición se compone de sesenta imágenes en blanco y negro, sobre todo pertenecientes a su etapa entre 1952 y 1960, etapa en la que conoció al fotógrafo estadounidense Richard Avedon, que le animaría, ya creados los Studios Korda, a perfeccionar su estilo. Por otro lado, decir que mientras que muchos de sus iconos fueron llevados a agencias del mundo anglosajón, también publicó muchas otros (sobre todo de la serie Milicianas) en revistas comunistas de su país, entre las que Carteles es un ejemplo.
De las primeras, destacar a partir de un entorno que recuerda a Venecia, cómo retrata cierto lujo y sofisticación sobre todo en esa mujer con gafas de sol gracias a las que se refleja la tranquila estancia en un hotel castillo, o esa otra apoyada en un Dodge con una especie de pasamontañas de lana en la cabeza. Existen otras como la mujer en bicicleta, gracias a cuyo contrapicado se sigue sugiriendo una idea vacacional donde el vehículo importa más que la silueta; o esa en que, obteniendo una postura parecida a la de la película Emmanuelle , nos muestra a la modelo descalza con un vestido en blanco con texturas. Otras más típicas saben cómo vender vestidos aterciopelados y de seda gracias a la expresividad de las caras más que a la localización conseguida. Más perteneciente a un estilo de estudio es la de la mujer apoyada en una farola o fotos que nos recuerdan a los reportajes de boda, utilizando en una el vestido blanco como material translúcido al sol. Más artística resulta la de la modelo de pelo corto sosteniendo una guitarra que juega con el grano del papel de revelado o película y cierta idea de flou o desenfoque; de mayor contraste es la de la chica en un pantano, vestida con una larga media, pensativa.
Combinó Korda el trabajo con profesionales y amateurs, destacando Nidia Ríos, Natalia Magali Méndez Ramírez, Norka, Norma Martínez, Maricusa Cabrera o Miriam Socarrás, entre las que más frecuentaron ponerse delante de su objetivo.
En su pose de diva del cine adoptando un look años 20, o fumando en el casino junto a dos hombres, en bañador tipo años 60 o mostrando desde el primerísimo plano el volumen de unos labios que combinan con unos ojos semiachinados o remando en una canoa estrecha de madera, son ejemplos de cómo Díaz Gutiérrez sabe no sólo retratar sino también jugar con el contexto. En posición de reposo sosteniendo una enorme hoja de palmera que puede ser utilizada como pai-pai es otro ejemplo de lo que venimos diciendo.
En la serie de guerrilleras, la belleza, parece saberlo, está en saber capturar sonrisas y momentos más distendidos dentro de la lucha a la que estas otras mujeres, bien por reivindicación o por necesidad, se ven obligadas a mostrar. Le siguen, otras damas más rurales, probablemente campesinas que marcan el contrapunto de dificultad vital, frente a las más puramente comerciales. En este sentido destacamos la de la madre con bebé de espaldas en brazos.
A medio camino entre estos dos extremos, existe una serie de mujeres retratadas con sombreros de anea, una de las cuales tiene la base del mismo casi abierto y otra muestra la sensualidad en sus coletas, labios y pómulos marcados.
De las más cinematográficas, queda dar debida cuenta de cómo retrató (primero en sombra, luego aprovechando su delgada silueta) a una bailarina junto a dos vinajeras con, primero una composición cuidadísima y después como si fuese ese Cisne negro que llevó a la pantalla Natalie Portman posteriormente; o esas dos en que descubrimos a una supuesta actriz parecida a Jacqueline Bisset primero con la mayor expresividad posible que da la cercanía de plano, y después junto a una casa semiderrruida.
La serie que le llevó de Sao Paulo a París son parejas de mujeres a las que retrata primero juntas en un restaurante, en una galería comercial y entrando en una estación de tren, para luego mostrarlas como cautivadoras, ya sea especialmente pensativas o sensuales en la estación, por separado.
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