La hermana menor
En Argentina dice mucho, pero el nombre Silvina Ocampo no llegó a ser internacionalmente conocido como el de Jorge Luis Borges, sin embargo, fue una gran autora y amiga íntima de este escritor.
Mariana Enriquez, la escritora y periodista también argentina, ofrece en La hermana menor lo que el subtítulo del libro enuncia literal: Un retrato de Silvina Ocampo.
¿Por qué «la hermana menor»? Porque Silvina Ocampo siempre quedó en la sombra (imaginemos: de un cedro): la hermana de, la esposa de, la amiga de: de Victoria Ocampo, de Adolfo Bioy Casares, de Borges (respectivamente).
Miembros de una de las familias más ricas de la Argentina, las Ocampo fueron figuras fundamentales de la literatura argentina del siglo XX: Victoria fundó la revista Sur, que hizo conocido a Borges. Luego abrió una editorial con el mismo nombre, que publicó a Sarte y Camus, entre otros. Era antifascista, feminista, antiperonista, escritora y hermosa. De Silvina no está tan claro: también antiperonista aunque comprometida mucho menos políticamente (o activa desde la sombra -del cedro de un jardín-). Lo de hermosa está muy en duda: se caracterizaba por tener una voz muy particular que no se sabe si queda del lado del encanto o del ridículo; sus piernas parecen que eran preciosas pero no sabemos si eran suficientes para distraer de otros rasgos de dudosa belleza. El color de sus ojos -parecen azules- tampoco alcanza para pronunciar con quórum que Silvina fuera hermosa como su hermana.
En cambio, Boy Casares sí que era un galán: atlético y musculoso, ojos claros… Y era, además del lindo, el escritor de la pareja. ¿Es todo esto muy injusto? ¿Una conspiración contra la pobre de Silvina? Más bien no, podríamos mejor pensar que este fue el personaje de ella: estar en un segundo plano, quedar a la sombra (del cedro del jardín de su infancia).
El libro empieza y dice: «Silvina se trepa al cedro del parque por la tarde, cuando la familia duerme. […]. Si los mayores supieran que está ahí, […] la harían bajar y la castigarían. […] su padre, Manuel Ocampo, es un hombre riguroso y conservador. Pero los controles son más relajados con ella. Que, además, sabe esconderse».
Lo más interesante del libro: que ni el excelente trabajo de investigación de Mariana Enriquez devela ningún misterio. Al final, solo los enuncia, los rodea de mitos y expone un universo de contradicciones absolutas donde ni los entrevistados suelen coincidir en versiones. Algo sí parece quedar claro y nadie que se pronuncia al respecto dice lo contrario: que Silvina cocinaba muy mal.
Uno de los aspectos más intrigantes de la vida privada de Silvina: su sexualidad. ¿Es cierto que fue la amante de la madre de quien luego fue su marido (el mismísimo Bioy)? ¿De verdad el matrimonio (Silvina Ocampo y Bioy Casares) se llevó de viaje a Europa a una sobrina de ella a la que deseaban e hicieron un trío que trastornó a la joven y que su hermana Victoria nunca les perdonó? ¿Qué pasó con Alejandra Pizarnik?, ¿amaba a Silvina?; ¿no hubo nada de mutuo en ese amor? ¿Cuánto de gay, de bisexual o de hétero había en Silvina?
Pero ella parece que pasaba de todo. Era excéntrica, tenía salidas insólitas, estaba como de vuelta.
Aunque no se sabe. También puede que sufriera mucho. Que las tantas amantes de su marido no le dieran igual sino le provocaran celos y dolor. Que sus propios amantes no la consolaran. Que todo o que nada. No se sabe. Como si la historia quedara en la sombra del cedro de un jardín de la infancia.
Calificación: Revelador.
Tipo de lector: Curioso.
Tipo de lectura: Ágil.
Argumento: Vida de Silvina Ocampo (amiga íntima de Borges y esposa de Bioy Casares).
Personajes: Silvina y Victoria Ocampo, Borges, Bioy y muchos, muchos más.
¿Dónde puede leerse?: A la sombra de un cedro.
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