La lenta furia

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El oxímoron del título del libro atraviesa el estado de todos los cuentos. Frente a lo lento, la rapidez violenta e instantánea de una sacudida. Ante la furia, la calma de la hora de la siesta, de la pulcritud impensada y obsesiva de una verdulería. Esto es Fabio Morábito: «Hay un terremoto de paso. Está esperando que se abra una falla», excelente metáfora de la vida humana, la actitud de todo lo que nos pasa, de todo lo que somos (temblor).

«Oficio de temblor» es el último de los cuentos. La materialidad del espacio y la materialidad del cuerpo humano se ponen al servicio de la sacudida. Cuando suceda, habrá golpe («¡Pum! ¡pum! ¡pum!», dice) o se percibirá lo más ínfimo.

Pero el espacio ruinoso, la materia resquebrajada, desarticulada, descascarada de los espacios de cemento, los subsuelos que esconden la ruina, y el polvo, y la tierra, son los elementos que organizan el universo del cuento «Mi padre» pero también la materia de un muro que en «De caza» funciona para dividir lo real de lo imaginario, la verdad de la traición, el hastío por la realidad de la fantasía. En ese mundo también se abre una falla.

Si todo cuento cuenta dos historias (pienso en la idea de Ricardo Piglia), una visible y otra que transcurre en los silencios y los intersticios, me parece que La lenta furia es en su totalidad una metáfora de esta idea del cuento. Cada historia guarda o debajo del mantel o en un subsuelo, o en cualquiera de estos espacios que lo cotidiano y lo visible ofrecen para silenciar u ocultar, la verdad de algo que no podría resolverse solo desde la superficie.

En el lenguaje de Morábito se nota su oficio de poeta. Acude a las repeticiones porque sabe utilizarlas aun en el abuso pero funcionan hasta en el cuento «La perra», que alcanza un ritmo parecido al de estrofas y estribillo.

Corría el año 2005 y yo vivía en Buenos Aires. Empezaba el calor. Llegué a un lugar en ruinas, puro polvo y escombros, se podía pensar que allí aún no había nada, que eso era abandono. Y de pronto en pocos meses aquello se transformó en una de las mejores librerías que hoy tiene la ciudad, esa que sale en el ranking de las elegidas, la más bella probablemente. Eterna cadencia se llama. Y con los años se aventuró a convertirse también en editorial y publicar excelente literatura entre la que cabe este autor mexicano nacido en Alejandría.

Siempre hay un mundo debajo de otro mundo o al otro lado de un muro o una valla, «[…] tal vez por eso le interesaban los trasfondos, pues descubría ahí que nada se encuentra totalmente abandonado y que en lo más recóndito no falta nunca el mínimo armazón que reanima la masa inerte».

Calificación: Muy bueno
Tipo de lector: Todos
Tipo de lectura: De superficie y de fondo
Argumento: 9 cuentos
Personajes: Excelentes
¿Dónde puede leerse?: En la siesta que no se cumple