La vuelta a escena del cantautor escondido

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Damien Rice, cantautor irlandés, estrenó a finales del año pasado un nuevo álbum. Ocho años habían pasado desde su último trabajo, sin apenas ofrecer noticias o pistas sobre nuevos proyectos. Pero, al fin, llegó My favourite faded fantasy. Las canciones de Damien Rice tienen una naturalidad, un carácter intimista, difícil de encontrar en otros artistas. En sus nuevas ocho canciones el músico apenas innova, pero satisface la demanda de muchos fans: más composiciones suyas.

Hemos entrado en un nuevo año, apreciado ya el sabor de sus primeros días. Pero todavía queda el aroma a novedad, al «¿qué nos deparará este año?». Estamos aun cogiéndole el ritmo al 2015. Y una buena manera de dar comienzo a una nueva etapa, tan buena como cualquier otra, es echar un vistazo a lo mejor de la anterior. Podríamos empezar con alguno de los trabajos musicales que, en España, han tenido lugar a lo largo del 2014. Pero han quedado ya bien retratados en los números anteriores de esta sección y, ante las previsiones de proyectos muy sugerentes y prometedores que se avecinan en el presente año, la opción para llenar estas líneas ha sido otra.

Es el momento de hablar sobre My favourite faded fantasy, el último trabajo de Damien Rice. Publicado hacia finales del año pasado, supuso la vuelta al ruedo de este artista irlandés que deslumbró con sus discos anteriores. Estamos ante un buen álbum, de un músico genial. Solo buen álbum, porque este no mejora el nivel de los anteriores. Pero Damien Rice llevaba ocho años sin publicar nada, sin apenas dar pistas sobre si se encerraría de nuevo en un estudio de grabación o no. Y, además, el resultado no ha sido malo en absoluto. Simplemente, el listón estaba bien alto.

My favourite faded fantasy contiene ocho composiciones que ahondan en ese espíritu íntimo y profundo característico del artista. Ya no cuenta con la presencia de quien fuera su compañera profesional y sentimental, Lisa Hannigan (que, todo hay que decirlo, hacía un buen trabajo secundario), pero el material que presenta Rice en esta nueva etapa no la exige. El título del álbum es también el de la primera canción del mismo, algo más de seis minutos que nos recuerdan lo que nos estábamos perdiendo con su prolongado silencio. Una atmósfera intimista, un espacio vacío que se rellena poco a poco, nota a nota. En la siguiente canción que suena, It takes a lot to know a man, sus maneras se adhieren a un ritmo más vivo y marcado, dentro de lo que no deja de ser nunca su estilo: la libertad que nos hace creer que tienen sus líneas melódicas. Un tono algo más oscuro, pero no apagado, toma protagonismo en esta composición. Pero luego aparece The greatest bastard, uno de los temas mejor acogidos en los primeros meses de vida de este reciente trabajo. Probablemente porque a través de él se ve al cantautor que el público echaba tanto en falta. El que llevaba ocho años sin ofrecer a la gente algo nuevo pero que no dejase de ser lo de siempre, lo que tanto reconocimiento y aplausos le había brindado. Unos primeros minutos de música envuelta por grandes silencios, marcada por un pausado desarrollo, que tan bien domina. Su música crece de una manera natural, no hay cambios bruscos; los acordes y las melodías evolucionan a un ritmo con el que el oyente está de acuerdo, así de bien llevadas están sus partituras. Y una vez llegados a ese ambiente íntimo y personal, la siguiente canción es I don’t want to change you, que continúa en esa línea, aunque con una estructura más sencilla, más cuadrada. El típico tema de Damien Rice con todas las papeletas para terminar convirtiéndose en parte de la banda sonora de alguna película. Porque no han sido pocas las películas y series que han echado mano en algún momento de sus composiciones.

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De este modo, el autor de singles anteriores de gran éxito como The blower’s daughter, Delicate o 9 crimes se deja ir, en mitad del terreno en que más cómodo se le ve. Tras esas primeras canciones de su último trabajo en que regresa a sus raíces, aparece Colour me in. Su voz, y unas sutiles pinceladas de piano y guitarra, se agarran luego a la sección de cuerdas para alcanzar su máximo esplendor. Es de agradecer que haya querido demostrar que, a pesar del tiempo que estuvo ausente, todavía sabe cómo poner los pelos de punta a quien le escucha. Decía antes que este disco no estaba a la altura de los anteriores, y tal vez sea esta una opinión que haya que reconsiderar a raíz de una mayor cantidad de audiciones. 0 y 9, títulos singulares de sus anteriores álbumes, son de una redondez admirable. My favourite faded fantasy parece desinflarse un poco al llegar al sexto tema, The box, aunque quizá sea solo un respiro. Porque si es cierto que su comienzo suena algo carente de personalidad, también lo es que crece con fuerza. Además, las últimas dos canciones recuperan la esencia verdadera, la que todos queremos seguir disfrutando. Se trata de Trusty and true y Long long way. La primera allana ya los compases de despedida; sus canciones son de larga duración (algunas de ocho o nueve minutos), pero es fácil que dejen la sensación de saber a poco. De nuevo, su voz acompañada de un piano y una guitarra al desnudo, una percusión delicada pero acentuada, y alguna parte en la que se permite jugar con coros. En la última, se materializa su adiós hasta no sabemos cuándo. Confiemos en que no nos vuelva a hacer esperar tanto de nuevo, porque es bueno tener noticias de Damien Rice de vez en cuando. Por mucho que le guste esconderse.