LUIS GONZÁLEZ PALMA: LA MIRADA DESDE DENTRO
La Fundación Telefónica, en colaboración con Photoespaña 2015, presentan esta insólita retrospectiva a una figura artística multidisciplinar que, desde su vocación arquitectónica, y partiendo de una reflexión de las vanguardias que supera a la del propio ready-made, conseguirá asombrar al visitante. Desde el pasado 11 de junio y hasta el 18 de octubre hay oportunidad de disfrutar de este conjunto comisariado por Alejandro Castellote.
Con el título Constelaciones de lo intangible, el artista multidisciplinar, Luis González Palma, nacido en Guatemala en 1957, recrea de primeras y gracias a las bondades del espacio que se le presta, un escenario. De esta forma, con el aviso de que se debe visitar de forma circular, entramos en estas constelaciones que recrean desde el imaginario común de la arquitectura, la pintura, el happening, el cine y la fotografía un espacio único no sólo de introspección, como se anuncia (sobre todo si entendemos este concepto desde lo más sesudo de su terminología) sino de originalidad y por qué no, diversión.
Estudia Arquitectura en la Universidad de San Carlos, si bien desde 2001 empieza a residir en la ciudad argentina de Córdoba; antes de marchar participa activamente en Imaginaria y Colloquia, dos iniciativas de debate y coloquio sobre el panorama del arte moderno en su país natal. Se le considera innovador en cuanto a las gramáticas mestizas más o menos discutidas hasta la fecha en otras artes plásticas. Los temas de la identidad, la memoria y la intimidad en el arte estarán siempre condicionadas a su gusto por la imaginería católica, y así consigue hacerse deudor o al menos partícipe del barroco, la pintura prerrafaelista y a la vez las discusiones entre la necesidad de abstracción y el figurativismo. El resultado resulta valiosísimo aún visto hoy, en tanto que el artista consigue no sólo la empatía con el humanismo, sino con la parte más técnica de su oficio, el de la arquitectura, siendo inventor en muchos casos de artilugios que si bien no aportan una utilidad inmediata (¿quién la quiere en la era de la obsolescencia programada?) al quehacer cotidiano de las masas, sí consiguen establecerse en un campo reflexivo que llena de sentido a todo el que mira; todo esto lo consigue con una suerte de minimalismo geométrico muy oportuno.
Abre la exposición sobre un motivo, Möbius, en que compartirá a una misma modelo; esta primera parte de la serie está trabajada con inyección de tinta sobre papel de arroz, lo que le suma autenticidad, siendo su versión de 2014 un juego magnífico de distorsión de la fotografía original gracias a un cilindro cromado, logrando concepciones escultóricas mediante sombras y reflejos; el papel situado en la parte inferior desde el que se recompone la imagen aparece deformado de tal forma que el resultado en el cono es un ejercicio tridimensional alucinante y alucinógeno. La misma modelo reaparece en otra pose con una cinta métrica en el borde de su cabeza; esta pose la veremos igualmente repetida durante nuestro peculiar paseo.
Puramente fotográficas son las obras Loteria I y II, donde en tono sepia y utilizando la imaginación antes que el retoque, González Palma entrega dieciocho figuras simbólicas que construye a través de variopintos iconos, y así vemos la luna, el rey, la muerte, la máscara, la rosa, la dama, el diablo, el pájaro, la sirena,… En estos dos cuadros o series de fotos el acabado es perfecto teniendo en cuenta lo precario o barato de los materiales. Historias paralelas (1995-2012) alterna hologramas de camisas con fragmentos de la Biblia, que van de la crucifixión de Cristo al Apocalipsis. Entre raíces y aire intercambia en fundido oraciones en latín, cementerios y el retrato de otra musa con manto sobre la cabeza.
Esta parte del proscenio es claramente inspiradora y en ella fuerza las texturas sedosas y como de cera hacia una idea metafísica propia más reconocible; de esta forma Ausencias tiene en su película ortocromática combinada con láminas de oro su sencilla razón de ser; lo mismo sucede en Murmuran los recuerdos. Por otro lado, afila su idea del cristianismo en Para no hablar de ella donde representa una silla con clavos, o en No quería hablar de estos años en que la foto de un piano con piedras en su teclado sugiere diferentes sentidos; destacan por último Mientras esperaba pensaba en el sueño, donde vemos una pequeña cuna junto a una colección de halcones disecados o Como un secreto se seduce a sí mismo, último ejemplo extraído de Jerarquías de la intimidad una serie que combina los paisajes de ensueño y niebla de una infancia con objetos cotidianos.
Sobre seda y bordado, destaca Acariciando la angustia y más adelante la serie fotográfica concebida como happening, La anunciación, de cuyas seis imágenes resulta especialmente perturbadora la del collar sobre una butaca de espectadores.
Con el cine tienen que ver las fotografías en blanco y negro, donde el visitante se acerca a unas columnas (nueve filas) desde el centro y elige a partir del principio del efecto Kuleschov ruso, a qué jugar; las asociaciones le llevan desde el ojos/mar; rosas/helicóptero; tarta de cumpleaños/ vallado de espinas; o crucifijo/revolver, entre otras tantas.
Cierra prácticamente la visita con series como la de La luz y la mente, imágenes que parten de Rubens y Zurbarán y llegan a Warhol al estar menos llamativamente coloreadas desde una primera toma en gris, amarillo, verde y rojo. Vemos también la impresión de uno de sus iconos sobre papel de fieltro y la sensación de lienzo rajado que el guatemalteco consigue gracias a sus destrezas con la línea y el dibujo, siempre desde el gran formato que mantiene durante toda la exposición y que nos hace creer que todo es posible.
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