MARIO CRAVO NETO (1947-2009): SINCRETISMO Y EXPERIMENTACIÓN
El espectador puede ver esta exposición, situada en el pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico de Madrid, hasta el 2 de agosto; una exposición compleja y grata, un auténtico desafío que cuestiona tanto la idea de fotografía como de arte moderno en general.
Primera retrospectiva en Europa de la obra de este artista brasileño que vivió desde su nacimiento la plasticidad (su padre, Mario Cravo Junior, fue un reconocido escultor) de lo que hoy llamamos bellas artes o artes plásticas desde diferentes soportes y maneras de hacer. La fotografía para él, no fue más que otro vehículo de expresión a través del que, partiendo de una documentación real, fue capaz de crear imágenes potentisimas.
Oriundo de Salvador de Bahía, viaja a partir de los 60, tanto a Berlín como a Nueva York, donde aprende que la originalidad debe ser algo más que un arte o más bien que el arte debe trascender la realidad aunque sea deconstruyéndola, reformulándola. Aprende de esta forma a trabajar en gran formato con color, dotando a una realidad a veces plana y otras siniestra, para otorgarle una apariencia propia. También practicó con afán y en su última etapa, la fotografía de estudio.
Muchos estudiosos y colegas hablan de la base mística de su obra, que se explica por la relación del ser humano con lo desconocido, lo imponderable y lo impredecible; y bien podría ser ésta la temática de una exposición difícil de entender si no es desde un aura enigmática que tiene en el sincretismo de varias religiones su origen, una simbiosis que trata de mezclar culturas y miradas y cuyo mundo resulta a veces difícil de asimilar a la primera. En este sentido, Cravo Neto fue seguidor acérrimo del Candomblé o culto de los orixás, una religión totémica y familiar, animista y que no sólo fue predominante en Brasil durante mucho tiempo, sino también en África y Portugal, así como en otros países de habla hispana en Iberoamérica. Esta religión, prohibida por la Iglesia católica, vivió su época de esplendor entre 1549 y 1888 siendo los asentamientos en Brasil de cimarrones o quilombos, sus auténticos protagonistas. En la actualidad el Candomblé sólo se practica como religión en ciertas zonas de Brasil y existen gran cantidad de templos que demuestran la proliferación de este credo en la misma ciudad de Salvador de Bahía.
La exposición, denominada Mitos y ritos, comienza con unas imágenes en las que predomina el flou o desenfoque como una manera de elaborar la realidad, distorsionándola a su antojo. Son fotos de sus viajes a las dos ciudades reseñadas y, por tanto, imágenes urbanas, con coches, motos, camiones y gente en el ruido y la furia de la ciudad.
Por otro lado, están las imágenes, también en color, que retratan su localidad natal; el visitante no advertido puede llegar a la conclusión de que estas fotos son como un reportaje, de gran prestancia por otra parte, de un lugar en que la juventud permanece ociosa. Y es verdad que esta mirada realista la vemos en Salvador (Carnaval); Cachoeira (Bahía) donde vemos a una mujer quemando restos de madera, una mujer a la que no se le ve la cara; Bahía donde la capacidad de mostrar las venas de unas manos suaves, trabajando también la madera, imprimen otro calado. De esta parte es reseñable igualmente Sertao de 1984 (sólo cuatro años después de que el artista empezara a ser conocido como fotógrafo), que muestra un extraño objeto, del que sólo sabemos que se está moviendo.
Sabemos, por otro lado, que un accidente de coche marcó un antes y un después en la vida de Cravo Neto. Como prolongación de su obra y desde la necesidad de seguir narrando, Olivia María Rubio nos ofrece un audiovisual del momento de su hospitalización; una nueva manera, con imágenes en movimiento, de transformar o intentar hacerlo, una experiencia con la que la catarsis (el vídeo esta realizado muy primitivamente y los efectos con los que trata lo grabado, sin ser muy sofisticados, saben cumplir su función) estaría garantizada.
La parte que personalmente resulta más lograda, es la de fotografía en estudio, y así tenemos Eduardo con espada de Ogum, donde se nos muestra en lo vegetal, un medio para la meditación y el rezo; Christian con pollo de Angola en que la persona sujeta con la boca al animal, ocupando éste la mayor parte de la fotografía; Eduardo con daga, Sacrificio V que muestra la toma que describe el momento previo al final de la vida de un ánade. Odé o Luciana, que muestra a una indígena retratada con hilo de coser rodeándole la cabeza, siguen siendo asfixiantes.
En Lukas con espejo el milagro de la fotografía se hace patente a través de las manos de un adulto sobre la cabeza de un niño; Lua con huevo debe más al tratamiento experimental o de búsqueda; Clyve Morgan, artista dibuja el tormento al que a veces el arte nos lleva, mostrando a un guapo modelo que se tapa la cabeza con los dedos de las manos, horrorizado; Luciana con piedra, es un plano cenital que esconde una mirada frontal y de perfil o Silencio, en que una piedra metida en el oído, muestra la imposibilidad de entendimiento y escucha.
Conceptos como el de fuera de campo son aquí más que un recurso técnico, una manera de la que partimos para tratar de interpretar sentidos, significados, emociones e ideas, algo que como veníamos diciendo puede resultar difícil, pues se juega a lo contrario que aquí entendemos como mestizo.
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