Raúl Ariza: De prosa y poesía
Cada relato de Glóbulos versos es como el suspiro de un enamorado: dura poco pero dice mucho. En esta conjunción entre la brevedad y la intensidad transita la literatura de Raúl Ariza, autor de Benicàssim, Castellón. Este título es el tercero de una trilogía que comenzó con Elefantiasis y siguió con La suave piel de la anaconda.
Los tres títulos de Raúl Ariza pueden enmarcarse en el sub-género del relato breve o microrrelato, pero Glóbulos versos propone otro reto: acompaña a cada microrrelato un poema que vuelve a contar la misma historia pero ya no en prosa. Valiente y osado, y encima eficaz. El último de los relatos de esta tercera entrega, titulado R.I.P, nos recuerda que es el cierre definitivo, la culminación, el Fin: “Estás muerto. Te has muerto. Eres para mí todos los muertos de este puto mundo […]. Que te quede claro, Raúl. Para mí ya no eres nadie”.
¿Quién eres y quién ya no eres después del libro?
Al principio, cuando empecé a publicar, negaba cualquier vinculación entre mi vida y mi literatura, creyendo que distanciándome de lo que escribía, adquiría cierto halo de profesionalismo; como el de ese actor que entra y sale de su personaje sin trauma alguno, poniéndose y quitándose el disfraz. Ahoya ya no. Ahora asumo sin duelo que el proceso creativo que conlleva cada libro te transforma; sutilmente, si quieres, pero lo hace. En el caso de Glóbulos…, ese poder transformador vino heredado de los procesos constructivos de mis dos libros anteriores, pues los tres forman parte de un todo, no solo estético, sino también vital.
Algunos de tus relatos, pienso en “La inspiración”, en “Cómplices” y en “Blanco nuclear”, hablan de la dificultad de la escritura y de la permeabilidad de la ficción en la realidad, o tal vez, incluso, de cierta presencia fantasmal o tortuosa de la literatura en la vida cotidiana o común del escritor. ¿Cómo vives tú esto y cuánto hay de muerte en la culminación de una trilogía o de una obra?
Nunca he jugado con el reloj a la hora de escribir, no hay prisas ni pautas. Yo me tomo mi faceta de escritor como el que espera un encuentro casual, sabiendo que aunque tarde, esa hermosa presencia a la que podríamos llamar ‘inspiración’, acabará llegando. Solo es cuestión de fe. Cosa distinta es la obsesión que me invade cuando la idea literaria llega y yo no estoy preparado -como un mal amante- porque no soy capaz de concretarla: que también ocurre. En ese caso la impaciencia puede adquirir tintes fantasmagóricos, de pesadilla diría yo.
En cuanto al final de tu pregunta, jamás he tenido muy claro que una obra termine nunca, siempre colea la posibilidad real de retocarla, reestructurarla, rehacerla o destruirla. Creo que eso es, precisamente, lo que me empuja a publicar: la posibilidad real y física de desprenderme de ella para darla por terminada.
Se nota que trabajas mucho con la materialidad de la palabra en todos tus relatos y sobre todo lo delata la eficacia de los poemas que reescriben cada historia, pero además dedicas un relato al tema en “Cuestión de palabra”. ¿El microrrelato, como género, exige esto o es una exigencia tuya, o de otro género, como la propia poesía?
No quiero entrar en el debate, muy manido por otra parte, de si el microrrelato es en sí mismo género o no. Yo no lo creo aunque, al mismo tiempo, no sea capaz de negar que posee ciertas características que lo hacen, digamos, especial. Entre ellas, estaría la precisión. Y es esa característica precisamente lo que hace que el relato breve (o microrrelato) emparente más con la poesía que con otra forma narrativa en prosa, pues cuando trabajas en extensiones tan cortas, cada palabra que utilices es única e inevitable, de ahí que adquieras una responsabilidad más propia de un cirujano neuronal o un relojero.
El relato que le sigue a “Cuestión de palabra” es “Poesía a oscuras”. Ahí el narrador, para justificar una metáfora, dice que juega a ser poeta. Me pregunto cuánto de este juego hay en la totalidad del libro y en ti como autor cuando escribes microrrelatos.
Relacionándolo con mi respuesta anterior, he de decir que mi respeto por la poesía y por la figura del poeta es reverencial, pues sin duda alguna nos encontramos ante el género más complicado al que un escritor puede enfrentarse. Por ello, y para cubrirme un poco las espaldas, siempre he dicho que no se me tome como un usurpador, sino en todo caso como un divertido loco capaz de intentar hacer ver a los demás que es lo que en verdad jamás llegará a ser: poeta.
Como todo en mi vida, Glóbulos versos surge de un reto, de un desafío personal, de un «a ver si soy capaz» de conseguir hacer poesía sin morir en el intento. Al fin y al cabo ya lo dijo el gran Nicanor Parra: “La poesía morirá si no se la ofende”.
¿Crees que la poesía (en tu libro y en general, pensándola por fuera de Glóbulos versos) está a oscuras o por lo menos en la sombra?
La poesía es, por desgracia, un género menor en cuanto a su aceptación popular, cuanto menos en occidente, y creo que la culpa es del mal aprendizaje que hemos tenido desde niños, de que cuando se nos trató de acercar a ella, se erró el camino.
Sigo con “Poesía a oscuras” pero para que nos saque de la poesía y nos lleve a toda la literatura: si ahí el narrador juega a ser poeta para poder hablar de amor, ¿a qué te parece que juega la literatura y para poder hablar de qué?
La literatura es palabra y la palabra lo es todo: esencia, inicio y final de todas las cosas, de todas las relaciones, de todos los mundos y de todas las vidas. Además, o quizá por eso, la literatura es también el mejor de los vehículos o pretextos para poder hablar de cualquier cosa. Por ejemplo, de uno mismo.
Has recorrido España con Glóbulos versos para hacer no tanto lo que sería una presentación del libro al uso, sino una Jam literaria donde colegas y amigos tuyos leen tus relatos y poemas con música de fondo. En Madrid esto tuvo lugar en la librería Cervantes y Compañía de la calle Pez, justo la misma semana que esa calle estaba de fiesta al mismo tiempo que un poco de luto por el desalojo del Patio Maravillas. ¿Cómo sigue la gira del libro? ¿Por cuáles ciudades ya has pasado?
No me gustan las presentaciones al uso, creo que es un formato caduco y envarado. Cuando invito a que la gente conozca mis libros, intento que haya una fluidez, una participación que iguale al autor y al lector en un mismo plano, y no en jerarquías diferentes e inventadas, de ahí que organice lecturas, diálogos, o charlas informarles o, como me gusta llamarlas a mí “en mangas de camisa”, y no tanto encuentros con una mesa de por medio. Así he viajado con mis anteriores libros (Elefantiasis me llevo por quince provincias españolas y por un par de estados alemanes; con La suave piel de la anaconda recorrí otras tantas y con Glóbulos Versos el proceso está siendo el mismo y ahora he de afrontar la parte que más me gusta: el Sur, Andalucía), tratando, sobre todo, de que caigan bien.
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