La vida de un escritor que es negro de un negro. El fracaso de no verse en los títulos de crédito de muchos guiones que no se escriben como tal. Eso y la manera en que Víctor Francés conoce a Marta Téllez el día de su muerte, hace reflexionar a Marías no sólo sobre lo que pudo haber sido y no fue, sino sobre lo que no pudo ser o no fue y se atrevió a ser. Porque así son estos monólogos donde no sólo cabe pensamiento. Por supuesto está, otra vez, Shakespeare. Y por encima de todo Madrid (las calles son la referencia al paisanaje, desde Conde de la Cimera a General Rodrigo) hasta el escenario que Orson Welles robó a Inglaterra para localizar su conocido film Campanadas a medianoche. También es una historia en clave negra lo que aquí se nos cuenta; una historia que el espectador poco avisado podía identificar con Double indemnity por ser protagonizada por Barbara Stanwyck, pero que sin embargo se refiere a otra película, en virtud de Fred MacMurray. El caso es que Víctor, que en algunos momentos parece querer decirse a sí mismo que se llama Javier, ve desplomarse en sus hombros a una mujer casada y con un hijo, cuyo marido está trabajando en Londres, no por casualidad. La novela se hace eco del antes, del después, del mientras tanto, y lo hace con cierta morosidad, pero bien atento a las consecuencias por las que el protagonista podría ser inculpado de crimen ante tan sorpresiva muerte. Hacerse eco del rechazo propio y causado por y a los demás, le lleva a aceptar una especie de encargo profesional, la biografía de un pintor allegado a los Téllez, que pondrá patas arriba la relación con otras mujeres...